jueves, 31 de mayo de 2012

Mirada contemplativa



Los místicos nos invitan a redescubrir esa mirada pura que nos hace descubrir eso que llamaríamos el ser. Las cosas tienen unas características, una función. Pero normalmente de las cosas sólo nos interesan cuando nos sirven para una necesidad concreta. Es una mirada y una acttud hacia las cosas puramente utilitarista. A veces, incluso, esta actitud se traslada hacia las personas, a las que tratamos como esos objetos. Las usamos mientras nos sirven, o lo que es peor, las convertimos en objetos de nuestro uso y disfrute.

Os voy a poner un ejemplo muy sencillo: si pasamos por un campo y vemos un naranjo, nos preguntamos enseguida si tendrá muchas naranjas, quién será el dueño. Nunca tenemos una mirada hacia el ser mismo, prescindiendo de sus funciones, de su utilidad...

La mirada contemplativa no se queda en la utilidad, sino que cuando ve en un naranjo unas naranjas, percibe que hay algo más imnportante que el valor de cambio, que el valor de mercado.

Se trata de descubrir el ser, y eso, es un descubrimiento gratuito. Y esto es una disposición para la misma contemplación. El mundo moderno a veces ha hecho superficial nuestra mirada. No conocemos las cosas, ¿cómo vamos a conocer a las personas?

San Juan de la Cruz nos invita a descubrir la mirada contemplativa sobre las cosas: "Mi amado: las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los rios sonorosos, el silbo de los aires amorosos"

miércoles, 30 de mayo de 2012

Dejar a Dios ser Dios


No es sólo un juego de palabras. Hay una palabra muy querida entre los espirituales: abandono. Porque el creyente tiene el peligro de confundir sus aspiraciones con lo que Dios quiere. O lo que es peor. Podemos creer que Dios es lo que nosotros pensamos que es. O que dice lo que nosotros creemos que dice. Porque a veces los creyentes decimos y creemos cosas de Dios que no nos atreveríamos a decir ni creer de ninguna persona decente.

Por eso los místicos nos invitan a entrar en una relación con Dios en que él conduce nuestra vida. A dejar nuestra tierra y a nuestro dios, para entrar en una relación nueva, en una tierra nueva, donde Dios se manifiesta. Esa es la oscuridad Teresiana y la noche sanjuanista: encontrarnos con un Dios que nada tiene que ver con lo que nosotros esperábamos, porque es mucho más grande, más bueno y amoroso de lo que podíamos imaginar.En que entra en el camino espiritual tiene que estar dispuesto a dejarse sorprender por Dios.A dejar que el Dios de Jesús oscurezca nuestras falsas imágenes a veces tan dañinas, nuestras ideas a veces tan perversas sobre Dios, y nos encontremos con el Dios vivo y verdadero.

Abandonarse en Dios es no querer nada espiritual, ni siquiera cumplir la voluntad de Dios, que demasiadas veces coincide sospechosamente con nuestra voluntad, nuestros intereses... Abandonarse en Dios es no saber nada,ni siquiera darse cuenta de la acción de Dios en la persona; abandonarse en Dios es no tener nada, ni siquera un espacio en sí mismo donde Dios ha de obrar.

martes, 29 de mayo de 2012

Saciar nuestra sed en Dios


En un modo único y especial, la persona humana, hecha a imagen de Dios, aspira a la alegría, a la paz, al amor; en definitiva aspira a realizarse plenamente, a la felicidad.Todos experimentamos esa necesidad.

Los místicos del Carmelo al inicio del camino espiritual, quieren manifestar su experiencia más genuina, aquello que han vivido y experimentado: Dios es la fuente de la vida; separarse de esta fuente equivale a privarse de la plenitud y alegría. Es perder aquello que más profundamente nos caracteriza.

Por eso los místicos del Carmelo nos llevan a tener una relación de amistad, más bien esponsal con Dios. No hay servilismos, ni miedos, ni una reverencia llena de miedo. Los místicos del Carmelo nos adentran en una relación personal con Dios, una relación que nos revela nuestra identidad, y una relación donde la vida crece y se realiza en plenitud.

Los místicos nos llevan a tener una relación personal con Dios, que no es, sino una experiencia del amor de Dios por cada uno de nosotros. Este amor nos libera de tantas cosas que atan nuestra vida, y no permiten nuestra felicidad; este amor, no sólo creído sino vivido, nos lleva a amar a todos, incluso a los enemigos; y este amor abre nuestra vida a la donación, y a compartir este amor con los hermanos, sobretodo con los más pobres y en dificultad.

domingo, 27 de mayo de 2012

Ven, austro, que recuerdas los amores.


El austro es otro viento, que vulgarmente se llama ábrego. Este aire apacible causa lluvias y hace germinar las yerbas y plantas y abrir las flores y derramar su olor. Tiene los efectos contrarios a cierzo. Y así, por este aire entiende el alma al Espíritu Santo, el cual dice que recuerda los amores; porque cuando este divino aire embiste en el alma, de tal manera la inflama toda y la regala y aviva y recuerda la voluntad, y levanta los apetitos, que antes estaban caídos y dormidos, al amor de Dios, que se puede bien decir que recuerda los amores de Él y de ella ,Por tanto, mucho es de desear este divino aire del Espíritu Santo y que pida cada alma aspire por su huerto para que corran divinos olores de Dios. Que, por ser esto tan necesario y de tanta gloria y bien para el alma, la esposa lo deseó y pidió, por los mísmos términos que aquí, en los Cantares, diciendo: "Levántate de aquí, cierzo, y ven, ábrego, y aspira por mi huerto, y correrán sus olorsas y preciosas especias" (Ct 4, 16) Y esto todo lo deesea el alma, no por el deleite y gloria que de ello se le sigue, sino por lo que en esto sabe que se deleita su Esposo y porque esto es disposición y preanuncio para que el Hijo de Dios venga a deleitarse en ella (San Juan de la Cruz,  C 17, 5, 9)

viernes, 25 de mayo de 2012

Mortificación


Estoy poniendo en estos últimos post, los preliminares que los místicos ponen para prepararnos al encuentro con Dios.

Los místicos hablan de la mortificación. Es una palabra muy denostada en la vida creyente en estos momentos. Quizá esto se debe a la mala utlización que se ha hecho durante muchos tiempo de este término.

Durante mucho tiempo he estado leyendo y profundizante en cómo entendían los mísiticos del carmelo la práctica de la mortificación. Y creo no equivocarme cuando la defino como : organizar la vida en función de la felicidad de los demás. Esto supone como es lógico, privarse de todo lo que yo sé que molesta a los otros. Y supone también hacer todo lo que yo sé que crea un buen ambiente: paz, sosiego, respeto ante el que piensa y vive de manera distinta a como yo pienso y vivo, atención a lo que agrada y desagrada a quienes viven cerca de mi, delicadeza con todos y el aguante necesario para soportar las invitables impertinencias que la convivencia nos presenta a todas horas. Todo esto es lo que exige la mortificación evangélica y que nos proponen los místicos del Carmelo para ir amoldando nuestro corazón a recibir el amor de Dios, dejarnos amar por Dios y por los hermanos, y también, como no, amar, con un amor comprometido que nada tiene que ver con ese amor etéreo que a veces profesamos...

miércoles, 23 de mayo de 2012

Dejarlo todo



Para ser contemplativos, san Juan de la Cruz nos habla de "salir de la afección de todas las cosas según su voluntad" y de "olvido de lo creado". Estas expresiones que se encuentran formuladas de diversas formas a lo largo de sus escritos han llevado a extremos de la "fuga mundi" o más en la actualidad a los más exarcebados rechazos hacia la doctrina sanjuanista.

Una lectura superficil puede hacer parecer al santo realmente inhumano. Pero detras de esas expresiones epocales hay una gran hondura evangélica. ¿Qué quiere decir el santo cuando habla de que hay que olvidar a las criaturas y no sujetar nuestra voluntad a ellas? Lo que el santo quiere evitar es lo que los antiguos llamaban el "amor desordenado". Es decir, atar el corazón de un modo que no es amar como Dios nos ama, es decir, gratuitamente.

A veces, amamos de una manera posesiva, no gratuita. Incluso convertimos a las personas en objetos de los que bajo apariencia de amor, las convertimos en posesiones. El santo quiere ayudarsnos a caminar por el amor evangélico, que es un amor libre, desinteresado. En que yo no busco mi bien, sino el del otro; mi felicidad sino la del otro. Y en esto poder encontrar nuestra propia felicidad.

También nos enseña el santo a no atarnos a nada ni a nadie. Es decir, la libertad.  A veces nuestras ideas, nuestras formas, nos atan de una manera que impiden el don de nosotros mismos. Sea en el servicio, en el trabajo, o en la misma familia. Nuestras cosas por encima de los demás. El santo nos enseña, que lo único necesario es el amor vivido en la donación total. Las cosas, la belleza, el placer, son dones de Dios para nuestro disfrute. Pero a veces terminamos siendo esclavos de esas cosas, fuente de profunda infelicidad.

Para ser cristiano, san Juan de la Cruz propone libertad interior y amor verdadero y comprometido. En estos dos términos, libertad y amor hay que enteder a san Jçuan de la Cruz cuando nos invita a desasirnos de las criaturas.

martes, 22 de mayo de 2012

Por qué no encontramos a Dios?


En el anterior post hablamos de la presencia de Dios en nosotros. Pero ¿Porqué no le encontramos? Porque  una persona que busca a Dios , no le basta sin embargo, saber donde ha de buscar a Dios; quiere algo más: quiere encontrarlo. Por eso san Juan de la Cruz, azuza con una pregunta: "Puesto que está en mí, ¿Cómo no le hallo ni le siento?"  Puesto que está en mí el que ama mi alma, ¿Cómo no le hallo ni le siento? La causa es porque está escondido, y tu no te escondes también para hallarle y sentirle. Porque el que ha de hallar una cosa escondida, tan a lo escondido y y hasta lo escondido donde ella está ha de entrar, y, cuando la halla, él también está escondido como ella. "(C. 1,9) ¿Porqué no revela Dios su presencia? El santo responde con todo un plan de conquista . Sí, Dios está en nosotros, es una realidad. Pero está escondido, oculto, bajo el cúmulo de nuestras preocupaciones que nada tienen que ver con el amor, que es el único camino por el que podemos encontrarnos con Dios. Vivimos la vida muy superficialmente, preocupadas por tantas cosas, y ocupados de tal manera, que nos hace olvidar esa vida más profunda que podríamos vivir, esa vida verdaderamente interior donde poder relacionarnos con Dios. Dios, nos espera, por así decirlo, en el fondo de nuestra alma. Pero nosotros no entramos en ese fondo, agarrados como estamnos a nuestros "negocios", a los que consagramos toda nuestra ilusión ¡Por eso no encontramos a Dios!!

Para hallarlo, habría que ir donde Él está y sustraernos para ello a esta inmersión en una vida centrada en nosotros mismos. Hay que esconderse como Él, huir de la vida superficial para entrar en la vida profunda, abandonar la cerca más exterior de nuestros intereses donde todo gira en torno a nuestro mezquino yo, para bajar al centro más profundo de la persona, donde esta aprende a convivir con su Dios: "Como quiera, pues; que tu Esposos amado es el tesoro escondido en el campo de tu alma, por el cual el sabio mercader, dió todas las cosas (Mt 13, 44), convendrá que para que tú le halles, olvidadas todas las tuyas y alejándote de todas las criaturas, te escondas en tu retrete interior del Espíritu (Mt. 6,6), y, cerrando la puerta sobre tí, es a saber, tu voluntad a todas las cosas, ores a tu Padre en escondido, y te deleitarás en escondido con Él" (C. 1,9) Seguiremos con el tema.....

jueves, 17 de mayo de 2012

¿Dónde encontrarnos con Dios?


En el ajetreo de la ciudad muchos me preguntan de dónde sacar tiempo para orar. Es dificil encontrar espacios, templos abiertos, y hay tantas cosas que hacer...

A esto respondo que a Dios se le encuentra en todas partes. A veces hemos reducido a Dios y lo hemos encerrado en el espacio sagrado, en los templos o en los momentos que dedicamos esclusivamente a la oración. Pero el centro de nuestra relación con Dios esta en la vida diaria, en la existencia cotidiana.

La presencia de Dios es tan penetrante que habita lo más recóndito de nuestra intimidad. San Agustín lo experimentó y lo expresó magistralmente cuando dijo que la presencia de Dios era "más íntima que nuestra propia intimidad"

Dios está ambarazado del mundo, su creación: "Oh montes y espesuras plantadas por la mano del Amado. Decid si por vosotras ha pasado" (San Juan de la CRuz). Dios es como el vientre materno en el que nacemos, nos nutrimos, nos vamos haciendo nosotros mismos, seres independientes y libres.

Dios es una presencia que nos envuelve. Este Dios amor desea comunicarse lo más intensamente posible y a todos los hombres. Dios amor está tratando paciente, persistente y amorosamente por aprovechar todas las ocasiones y resquicios que le deja el ser humano para comunicarse con Él, para abrirle los ojos, el entendimiento y la disposición a su amor.

El contemplativo se encuentra en el inicio de una aventura que promete ser larga, nada fácil pero llena de frutos. La oración es un asunto de abrirse suavemente, de estar atentos a esa presencia suya en mí y en toda la realidad. Al final la oración es un asunto de saber que Él está y vive en nosotros. Y de estar, simplemente estar, con Aquel que sabemos que nos quiere. Y esto se puede hacer en el metro, en la casa, en el trabajo, y hasta en la disco.....

miércoles, 16 de mayo de 2012

¡Cuidado con la oración!


De la misma manera que he afirmado que un cristianismo sin oración se queda pequeño. Con la misma seguridad afirmo que hay que tener cuidado con la oración. La vida cristiana es única y exclusivamente seguimiento de Jesús, vivir como vivió Él. Así lo recuerda san Juan de la Cruz: " traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas sus cosas, conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como se hubiera Él" (1S, 13) Pero muchos cristianos pueden tener la tentación de refugiarse en la espiritualidad y en las prácticas piadosas y cultuales, para camuflar el miedo que les produce la vida cristiana entendida como seguimiento de Jesús. Y este miedo, casi siempre está disfrazado de motivos altos y nobles.

Por eso creo que es necesario, que antes de entrar en el tema de la oración contemplativa debe quedar claro que una oración cristiana es la que lleva a adoptar en la vida las actitudes, compromisos y valores de Jesús. Es la que leva a repetir su historia, sus opciones y sus preferencias.

Por el contrario, la acumulación de oraciones es esteril cuando no va acompañada de los frutos del Espíritu que nos recuerda Pablo: "el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, tolerancia, dominio de sí" (Gal 5,22). Sino se se dan estos frutos, tenemos quizá grandes orantes, pero ciertamente no orantes cristianos que se encuentran con El Dios de Jesús, sino orantes que se encuentran con otra divinidad que es incompatible con el estricto monoteismo cristiano: ¡No hay más Dios que el de Jesús!

domingo, 13 de mayo de 2012

Hombres y mujeres de Oración ¿Para qué? II


Sabemos que el hombre es subjetividad y tiene un mundo interior, un fondo anímico en el que se desarrolla lo afectivo, lo vital, lo vivencial. El hombre no está referido sólo a lo externo, al entorno que nos rodea, sino también se encuentra confrontado a sí mismo. Y es ahí donde se encuadra la experiencia interior. El hombre puede vivir volcado en lo externo, en las relaciones con las personas y cosas, en el encuentro con lo objetivo y con la subjetividad del otro. Y al mismo tiempo puede despreocuparse de sí, desconocer su propia subjetividad, no tener un núcleo unificante que corrdine su mundo interior con el exterior

La contemplación, la oración, el silencio, la soledad, son los medios de que se han valido los hombres y mujeres que han buscado tener una experiencia interna de Dios. Del mismo Jesús de Nazaret se dice con frecuencia que oraba a solas.

Por eso, esta dimensión orante es vital para la experiencia de fe. En ella se da la reestructuración de la personalidad a niveles hondos de lo afectivo, lo vivencia y experiencial. En la contemplación, en la oración, en la meditación, es donde nos dejamos impregnar por quien fue Jesús dejando troquelar nuestra intimidad según los rasgos de una subjetividad como la de Jesús: un hombre profundamente unificado, que se conocía y por eso conocía a los otros, que sabía leer en la naturaleza, en la vida cotidiana, en los acontecimientos y en la intimidad del otro.

Esta vivencia interior, puede llevar también al hombre a la alienación, convertirse en una pastilla que mitigue su confrontación con la realidad, o que se quede en un simple buscarse a sí mismo. Mañana continuaremos con estos problemas....

viernes, 11 de mayo de 2012

Hombres y mujeres de oración ¿Por qué???



Junto a la dimensión experiencial que se traduce en la praxis hay una dimensión interior de la fe que ha sido cultivada plenamente por los que llamamos místicos.

El hombre puede despreocuparse de sí, desconocer su propia subjetividad, no tener un núcleo unificante que coordine su mundo interior con el exterior. Entonces se produce la dispersión, el desconocimiento de sí, la falta de personalidad, de convicciones, la masificación, y en definitiva, el vacío.

Nuestra cultura se caracteriza por esta tendencia: produce más hombres-masa que personas. Es una cultura en la que las personas no soportan el silencio, la contemplación y la quietud.

Por eso, el hombre actual necesita sofocar su vacío engañándose: ponemos rápidamente el apararo de radio o el televisor porque no soportamos encontrarnos con nosotros mismos, porque nos asusta el silencio y la soledad. Buscamos estar con los otros, aunque nuestras relaciones sean tan impersonales como superficiales. Muchas veces el trabajo se convierte en una fuga de la vaciedad de nuestra vida privada.; y nos aturdimos con la bebida el consumo y la actividad desenfrenada que es la fuente del stress y de muchas de nuestras tensiones. Vivimos en una sociedad despersonalizante y despersonalizada, embrutecida por el consumo y muy atareado en huir de nosotros mismos.

Y evidentemente un hombre que no se conoce dificilmente puede conocer a otro, como uno no comienza a aceptar a los otros hasta que ha hecho lo más costoso: aceptarse a sí mismo. Y un hombre así disperso, vacío, incapaz de unificarse y estar consigo es muy dificil que pueda encontrarse con Dios y que tenga una experiencia interior en la que Dios pueda hacerse presente.

Las conclusiones, la semana que viene.........

jueves, 10 de mayo de 2012

La oración como vida




Un buen amigo, en un comentario precisaba, que buscar el rostro de Dios es buscarlo en los últimos. Y precisaba bien. Para los místicos del Carmelo la oración no es cosa sólo de un acto, algo a lo que dedicamos un tiempo. Para los místicos del Carmelo orar es una forma de vida.

Y es verdad que un cristiano ha de dedicar tiempos especiales a lo largo del día para ponerse su vida en presencia de Dios y vivir la vida en presencia de Dios. Así lo hacía Jesús, que nos dió ejemplo pasando incluso noches enteras de oración.

Pero si nuestra oración es auténtica, y auténtica quiere decir cristiana, no lleva a la calma, ni al descanso, ni siquiera psicológico. La oración, si es cristiana lleva a la práctica del amor. Cuando un creyente dice ser orante, debe querer decir que lo vive todo como una ocasión de encuentro con Dios. Viviendo creyentemente cada paso de la vida diaria.

Nada oculta tanto a Dios como la gran cantidad de orantes que no despiertan a amar. La oración en este caso es un cumplimiento o, lo que es peor, un intento de tener contento a Dios sin que mi relación con él me complique o me cambie la vida. Y a nadie se le escapa que hay personas que piensan que aman a Dios, porque en realidad no aman a nadie.

La oración si es cristiana, lleva al amor. Pero no a un amor voluble y abstracto sino a un amor que se manifiesta en la vida, en las obras. Lo demas, como dice san Juan de la Cruz es "martillear y no hacer nada". El que no ama, no ha conocido a Dios, aunque haga muchas horas de oración.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Ser creyente


Muchas veces me pregunto si de verdad creo. Muchas veces me pregunto si de verdad vivo al estilo de Jesús y si son los valores que movieron su vida lo que me mueve a mi.

La fe si es de verdad, necesita experiencia. Pero ¿qué entendemos por experiencia de Dios? Ser creyente es haber tomado conciencia de la presencia de Dios que nunca nos falta y haber permitido esa presencia, y cuando permitimos esa presencia en nuestras vidas, nos cambia radicalmente.

Poco a poco he ido descubriendo que el primer paso para ser creyente es el de Dios hacia nosotros. A Dios nadie lo ha visto. Pero llegamos a Él porque su presencia permanente es la que nos hace ser, pues en Él vivimos,nos movemos y existimos.. Dios no está lejos de ninguno de nosotros. El pequeño arroyo de nuestra vida está manando continuamente del hontanar de Dios. Por eso podemos decir con el salmista: "Todas mis fuentes están en Tí" o " En Tí, está la fuente de la vida".

Por eso toda la vida de oración consiste en descubrir ese manantial que está dentro de nosotros y que mana de Dios. Pero para descubrir esto tenemos que descentrarnos de nosotros mismos. Dios no gira en torno a nosotros, sino que es nuestro centro. Creer en Dios no basta. Uno tiene que caer en la cuenta que Dios es el centro de la vida y que toda nuestra vida gira en torno a Él. Dar este paso es lo que cuesta y lo que impide que la fe sea algo experiencial. Por eso el contemplativo, clama con el salmista: "Muéstrame, Señor tu rostro, tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro" Y esto, aun sabiendo, que para ver a Dios tiene que morir a tantas cosas que llenan nuestro pozo y no nos dejan ver ese secreto manantial que dentro de nosotros está manando siempre del hontanar de Dios.

martes, 8 de mayo de 2012

El Carmelo es todo de María

 
 
El que esto escribe se siente Carmelita de corazón. No vive en un monasterio, pero vive en la Iglesia su vocación contemplativa en medio de una gran ciudad. Ahí en medio del ruído, de la soledad y del anonimato vive una vocación de servicio que es la vocación orante.

El primer post, como buen carmelita no puede estar dedicado a nadie más que a María. La "Señora del lugar", que desde los inicios del carisma carmelitano en el monte Carmelo ha estado siempre ahí, de la misma manera que ella acogió y dió comienzo en su seno a la historia de Jesús.

Como dice Isabel de la Trinidad"María guardaba todas estas cosas en su corazón. Toda su historia puede resumirse en estas breves palabras. Porque efectivamente ella vivió recogida siempre en su corazón y en una profundidad tan íntima que nuestra mirada es incapaz de penetrar".

La Virgen del Carmelo es la Virgen de la contemplación. La actitud de María que ora y medita y que se pone en camino para servir a Isabel provocando una efusión de gozo en el Espíritu Santo, ha sido desde los primeros tiempos del Carmelo la norma de vida de los carmelitas. Vida Marieforme porque era imitación de la Virgen y llegaba a crear una hermandad con ella que era vínculo de estrecha comunión y de servicio. Desde entonces el hilo de oro que enebra toda la historias del Carmelo hasta nuestros días es esa devoción mariana, no hecha de "devociones bobas" en palabras teresianas, sino hecha de imitación de la Virgen contemplativa y pregonera de las maravillas de Dios.

Por eso, a imitación de María, así quiere ser la vida de este Carmelita laico en la ciudad: meditación amorosa de la Palabra, de comunión inefable con el Dios presente, de manifestación de la experiencia espiritual, de canto y poesía -como el Magníficat- que el amor de Dios hace en las personas y en la historia entera. Como Carmelita quiero vivir la vida de la Virgen: sensibilidad para escuchar, acoger y vivir cada una de las palabras del Evangelio, atención exquisita a las necesidades de los hermanos que se traduce en un amor intenso y eficaz, capacidad para saber perder todo lo que no es Dios y su voluntad en una actitud que purifica y ensancha el corazón.