miércoles, 12 de septiembre de 2012

4 Moradas


Al comienzo de las cuartas moradas, Teresa nos escribe: "Para comenzar a hablar de las cuartas moradas bien he menester lo que he hecho, que es encomendarme al Espíritu Santo y suplicarle de aquí adelante hable por mí, para decir algo de las que quedan de manera que lo entendáis; porque comienzan a ser cosas sobrenaturales , y es dificultosísimo de dar a entender, si Su Majestad no lo hace, como en otra parte que se escribió hasta donde yo había entendido, catorce años ha, poco más o menos. Aunque un poco más luz me parece tengo de estas mercedes que el Señor hace a algunas almas, es diferente  el saberlas decir. Hágalo Su Majestad si se ha de seguir algún provecho, y si no, no" (4M 1,1). Ella sabe por experiencia que aquí se comienza una nueva vida. Estamos todavía en un periodo de transición entre una fase más ascética de lucha, y el preludio de los estados místicos, caracterizado por el predominio de la acción de Dios en nosotros.

En estas moradas brota la fuente interior que da paso a la experiencia mística Pero esto se da a sorbos e intermitentemente: con momentos de lucidez infusa en que la mente se recoge de una forma totalmente pasiva; es decir, que la concentración aquí no hace nada; y momentos de amor pasivo recibido; es decir, que el alma siente el amor de Dios, sin provocarlo, sino más bien, como si Dios cogiera su voluntad, su capacidad de amar y la llenara.

Se abren pues posibilidades nuevas de la relación con Dios en la oración. Y por efecto de estas gracias se va remodelando el talante teologal y ético de la persona. Hoy día nos cuente entender y aun creer la acción de Dios en nuestras vidas, de una manera real, y hasta física. Pero la experiencia dice a Teresa, que Dios no es alguien inmutable, allá arriba en el Cielo, sino que está actuante  ¡y mucho! en nuestras vidas, de una manera real y efectiva. No estamos hablando de visiones, raptos, y extasis, ¡no! estamos hablando de la acción de Dios, de su amor, dándose a la persona que se ha ido dejando preparar para este encuentro real y maravilloso.

Santa Teresa quiere engolosinarnos el gusto para que caminemos adelante hacia estas moradas, por eso nos dice: "Como ya estas moradas se llegan más adonde está el Rey, es grande su hermosura y hay cosas tan delicadas que ver y que entender, que el entendimiento no es capaz para poder dar traza cómo se diga siquiera algo que venga tan al justo que no quede bien oscuro para los que no tienen experiencia; que quien la tiene muy bien lo entenderá, en especial si es mucha. Parecerá que para llegar a estas moradas se ha de haber vivido en las otras mucho tiempo; y aunque lo ordinario es que se ha de haber estado en la que acabamos de decir, no es regla cierta, como ya habréis oído muchas veces; porque da el Señor cuando quiere y como quiere y a quien quiere, como bienes suyos, que no hace agravio a nadie" (4M 1, 2)

La vida mística, la experiencia amorosa de Dios actuando en nuestras vidas, y a traves de nuestras vidas, en el mundo entero, no es algo reservado para personas privilegiadas, ¡ni mucho menos!. Es la vocación genuina de todo cristiano que ha conocido el amor de Dios, que se ha derramado en nuestros corazones por el fe. "Mirad que convida el Señor a todos" nos repite Teresa. Descubrir el amor de Dios, y dejarlo actuar en nuestra vida, es lo más maravilloso que le puede pasar a una persona. No, Dios no quita nada al hombre. Dios se da al hombre todo; y, en el darse de Dios y el recibirlo del hombre, encuentra este último su felicidad plena.

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