El que esto escribe se sorprende de los comentarios que hacen muchos “buenos cristianos” en foros y páginas religiosas, que están llenos de violencia y agresividad. A estos cristianos santa Teresa los compadece diciendo que “Querrían a todos tan concertados como ellos traen sus vidas, y plega a Dios que no piensen que la pena que tienen es de la culpa ajena y la hagan en su pensamiento meritoria” (3M 2, 5) Por eso, como explicábamos en capítulos anteriores, santa Teresa quiere la amistad espiritual, que ayuda a ver las faltas propias y a discernir en comunidad los caminos de Dios. Este es el sentido de la obediencia que propone santa Teresa a todos, “aunque no sean religiosos”
El caso es que estos cristianos de las terceras moradas, tienen el peligro de caer en la crítica despiadada y de convertirse en auténticas “beatas intrigantes”. Es un poco el pecado de los fariseos, que centrándose en las normas y el culto, olvidan lo importante: el amor. Son personas que están llenas de celo porque los demás conozcan y amen a Jesús, pero no se dan cuenta que su corazón aun está lejos del amor del Evangelio. Les falta paciencia, y sobretodo necesitan todavía un camino de conversión. Se dejan llevar por el celo malo que tan bien describe san Benito; este celo mal, nace de personas con corazón de piedra y hielo: “Así como hay un mal celo de amargura que separa de Dios y lleva al infierno, hay también un celo bueno que separa de los vicios y conduce a Dios y a la vida eterna. Practiquen, pues, los monjes este celo con la más ardiente caridad, esto es, "adelántense para honrarse unos a otros"; tolérense con suma paciencia sus debilidades, tanto corporales como morales; obedézcanse unos a otros a porfía; nadie busque lo que le parece útil para sí, sino más bien para otro; 8 practiquen la caridad fraterna castamente; teman a Dios con amor; amen a su abad con una caridad sincera y humilde; y nada absolutamente antepongan a Cristo, el cual nos lleve a todos juntamente a la vida eterna” (R. B. 72)
Santa Teresa también nos da un consejo lapidario: “Miremos nuestras faltas y dejemos las ajenas, que es mucho de personas tan concertadas espantarse de todo; y por ventura de quien nos espantamos, podríamos bien deprender en lo principal; y en la compostura exterior y en su manera de trato le hacemos ventajas; y no es esto lo de más importancia, aunque es bueno, ni hay para qué querer luego que todos vayan por nuestro camino, ni ponerse a enseñar el del espíritu quien por ventura no sabe qué cosa es; que con estos deseos que nos da Dios, hermanas, del bien de las almas podemos hacer muchos yerros; y así es mejor llegarnos a lo que dice nuestra Regla: «en silencio y esperanza procurar vivir siempre», que el Señor tendrá cuidado de sus almas” (3 M 2, 13)
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