lunes, 3 de septiembre de 2012

3 Moradas (III)


Teresa nos presenta algunas consignas para este tiempo de prueba. Son ayudas, para una etapa que como hemos ido comentando es compleja, dificil y hasta agotadora.

Lo primero que Teresa nos recomienda es la humildad. Para Teresa, ésta es una consigna básica, y sobre ella volverá hasta el final del libro. Santa Teresa nos recomienda humildad en la sequedad en la oración, cuando nos vemos sin fuerzas, cansados de obrar el bien, inclinados a lo malo. De aquí no debe de nacer la desesperación, sino la confianza de que la obra es de Dios y Él la llevará a su termino. Por eso nos dice: " El Señor os lo dará a entender, para que saquéis de las sequedades humildad y no inquietud, que es lo que pretende el demonio; y creed que adonde la hay de veras, que, aunque nunca dé Dios regalos, dará una paz y conformidad con que anden más contentas que otros con regalos; que muchas veces ­como habéis leído­  los da la divina Majestad a los más flacos; aunque creo de ellos que no los trocarían por las fortalezas de los que andan con sequedad". Para Teresa siempre es más segura vida cristiana con sequedad, es decir, sin fervores ni sentimientos, que una vida cristiana que se basa en gustos, revelaciones, y que se mueve por el placer que le provoca el bien, la piedad o los actos de la religión. La humildad es la que nos ayudará a no desanimarnos, y a dejar a Dios hacer su obra: "humildad, que es el ungüento de nuestras heridas; porque, si la hay de veras, aunque tarde algún tiempo, vendrá el cirujano, que es Dios, a sanarnos". El tiempo de consuelos pasa, y, después sólo nos queda vivir en la fe, hacer cada día la voluntad de Dios, aunque con frecuencia nos sintamos inclinados a lo contrario.

Otra consigna elemental es la obediencia. Es una consigna inesperada para el lector común. Pero para Teresa es fundamental la amistad, el compartir la vida cristiana con otros, especialmente con los que han hecho ya un camino. Teresa hablará de los cinco "que nos amamos en Cristo". De "hacerse espaldas unos a otros. Y "no es tiempo de seguir a todos, sino a aquellos que lleven la  vida de Cristo". En realidad se trata de evitar el aislamiento y la autosuficiencia: hacer amistad con quien esté ya en las moradas superiores. E insiste Teresa en que no busquemos aquellos que son de nuestra cuerda, los que nos alaban todo lo que hacemos, sino aquellos que de verdad llevan una vida consecuente con el seguimiento de Jesús.

La tercera consigna es poner los puntos sobre las íes. Teresa no se anda con rodeos, ni le gusta el folclore, aunque sea religioso. La vida cristiana no se juega en las cosas externas, ni siquiera en las piadosas; sino que la vida cristiana se juega en cumplir la voluntad de Dios, en practicar las virtudes sobre todo el amor: "Y creedme que no está el negocio en tener hábito de religión o no, sino en procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la de Dios en todo, y que el concierto de nuestra vida sea lo que Su Majestad ordenare de ella, y no queramos nosotras que se haga nuestra voluntad, sino la suya".


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