jueves, 25 de octubre de 2012

No quedarse enanos


Hace unos días dialogaba con la comunidad de hermanos donde vivo la fe, y en un momento, salió a relucir que una cosa era lo litúrgico y otro la vida, en un sentido amplio. Era una explicación que venía a decir que una cosa es la oración y otra cosa compartir vida, la vida profana, se entiende. La verdad que me llenó de estupefacción.

Y es que para algunas personas, llevar una vida espiritual dependería del tiempo que dedico a los valores religiosos, aquellos que directamente hacen referencia al mundo de la interioridad o de Dios, en contraposición a lo profano. Pero la vida en el Espíritu de Dios es toda la vida Un cristiano ha de vivir los valores religiosos y profanos impregnados del Espíritu de Dios. Santa Teresa en las séptimas moradas habla de qué es ser espirituales de veras; y dice que no hay que poner el fundamento en sólo contemplar y rezar, porque si no se procuran virtudes (también las humanas), nos quedaremos enanos.

Espiritualidad se entiende, no una parte de la vida, sino toda la vida guiada por el Espíritu Santo. Y cuando uno se toma en serio la oración, se hace más consciente de las necesidades de los hermanos. El cristianismo es entrar en todas las realidades, en Cristo y con Él.

El problema de la división entre sagrado y profano, es que con esa visión, sólo los más "espirituales", los que pueden dedicar mucho tiempo a las "cosas de Dios", podrían tener vida mística. Y a esto, rotundamente hay que decir que no. No nos hacemos espirituales cuando huímos de la carne y de lo profano, sino cuando en toda nuestra vida nos dejamos llevar por el Espíritu de Dios. Ser mísitico es vivir hacia dentro y hacia fuera. Y la consecuencia de no guardar este equilibrio es muy negativa.

La vida cristiana sin mística se queda pequeña. La vida cristiana no es conseguir una perfección moral, cumplir unas normas para ser buenos. La vida cristiana es vivir ya ahora, en nuestra tierra, en nuestra cuerpo, en el ruído de las ciudades, y en el stress del trabajo, la comunión con Dios, una comunión con Dios vivida y experimentada, en la oración, pero también en la vida diaria, en todos los momentos. Lo que venimos describiendo en las moradas teresianas, no es algo reservado para unos privilegiados, sino que es el camino normal a que todo cristiano está llamado, cada uno en sus circunstancias.Y si uno es laicos, no ha de pasarse todo el día Domingo dedicado a asuntos religiosos, sino que ha de poder encontrarse con Dios en la dedicación a la familia, en el descanso y en el disfrute del tiempo libre.

Todos, todos, todos, estamos llamados a una vida de intimidad con Dios en Jesucristo. No sólo estamos llamados a ser buenos cristianos, en el sentido moral, sino a una comunión de amor, con la fuente misma del amor, que es Dios.

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