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viernes, 21 de septiembre de 2012

4 Moradas: el nacimiento de un contemplativo


Una de las grandes convicciones de santa Teresa es que la oración plasma la vida. Por eso, ella insistirá tanto en la práctica de la oración, y anima continuamente a vivir cada vez más la amistad con Jesucristo. En las cuartas moradas, que estamos viviendo, en que se dan los inicios de la oración mísitca, estas gracias, cambian la fisonomía del orante. Esto se debe a que la amistad posee una dinámica secreta que tiende a igualar las condiciones de los dos amigos. El trato de amistad con Dios acerca al orante a la manera de ser del amigo fuerte que es Dios. La asiduidad en la oración, especialmente el ingreso y progreso en la oración contemplativa, va marcando en el orante los rasgos que lo configuran con Jesús.

Al comenzar las cuartas moradas, la oración contemplativa mística, es normal que la iniciativa de Dios y la infusión de luz y amor en el orante "dejan mejores efectos". Efectos que no sólo se patentizan en los esporádicos momentos de recogimiento de la mente, sino que se desbordan en la vida total del contemplativo, condicionando su conducta fraterna, configurando sus coordenadas psicológicas, y sobretodo, marcando más y mas en él, la dimensión teologal y cristológica, el primado de Dios en la vida y en la acción. Por eso, todo contemplativo pasa a ser un enamorado, con cierta dosis de "amor loco".

En el contemplativo se unifica la vida. Cesa la inevitable dicotomía entre oración y acción, entre atención a lo trascendente y presencia a las tareas de lo cotidiano, incluso en las aparentemente más rastreras y vulgares: "Marta y María andan juntas". Cuidado que aquí se juega la verdadera contemplación. El contemplativo no es un hombre de ojos en blanco y pies sin pisar tierrra. El contemplativo es un enamorado, que por la acción de Dios, hace presente en su vida en la de los demás el reino de Dios.

El contemplativo es un renacido. Estrena vida nueva. Pero la comienza como un niño. Por eso es una vida frágil. Está en dependencia total de la Madre-Dios. Está llamado a crecer, pero con el riesgo de la atrofia y de la involución. No se le dispensa de hacer, servir, trabajar y crecer, pero en cualquier etapa del proceso, es y vive más, por lo que recibe que por lo que hace.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

La oración en las 4 Moradas

Agua y fuego simbolizan la nueva forma de oración que ahora caracteriza la relación del hombre con Dios en ternura y ardor de la voluntad. Es la voluntad la que por mnomentos se une a Dios. El ingreso en la experiencia mística se hace desde la voluntad; es decir, desde el amor de Dios, que penetra y fecunda el corazón del hombre.


En la vida de fe y en nuestra relación con Dios hay zonas de gratuidad absoluta, pendientes de la pura iniciativa divina, vivencias que acontecen en la misteriosa lógica del amor trascendente, fuera del alcance y más allá de las horas marcadas por el relog de la madurez humana. Estamos en la esfera de la gracia. Las otorga Él al hombre "porque quiere y no por más", como dice la santa.

El ingreso en las moradas cuartas, y consiguientemente en la experiencia mística, no está marcado por un cambio de conducta ética por parte del hombre. Es obra de un nuevo tipo de gratuidad amorosa por parte de Dios. En la estructura misma del hombre, hay unas capas profundas que ahora se vuelven hontanar misterioso bajo la iniciativa de El. En la progresiva relación del hombre con Dios juegan un papel decisivo el amor y la voluntad. El hombre comienza a amar de una forma absolutamente nueva, precisamente porque experimenta el amor que Dios derrama sobre él.

Hay unas formas de oración en las que actuamos y oramos nosotros. Hay otras en que es el Espíritu de Jesús el que ora en nosotros y nos asocia a su oración. Estas dos dimensiones se manifiestan en la oración de recogimiento. Hay una educación de los sentidos, o una pedagogía del recogimiento con la que logramos interiorizarnos y contemplar amorosamente la Palabra de Dios. Pero hay también otra forma de recogimiento que está más allá de la pedagogía y de las técnicas humanas, y entra en la dinámica del amor que se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es otorgado.

En las cuartas moradas entramos en la esfera de la pura gratuidad. A veces le es difícil al hombre entender esto. Por eso, cuando entra en esta esfera, nace una nueva forma de amar, gratuita, sin posesiones ni posesionados. Es el amor puro, que sólo puede venir de Dios, y que se derrama gratuitamente en nosotros.