jueves, 8 de noviembre de 2012

Isabel de la Trinidad


Hoy celebramos en el Carmelo la memoria de Isabel de la Trinidad. Isabel Catez de la Trinidad nació el 18 de julio de 1880 en el campo militar de Avor, diócesis de Bourges (Francia). El 1901, ingresó en el Carmelo de Dijon, donde profesó en 1903. Allí falleció el 9 de noviembre de 1906 para irse -como dijo ella «a la luz, a la vida, al amor». Adoradora auténtica en espíritu y verdad, llevó una vida humilde, acrisolada por intensos sufrimientos físicos y morales, en alabanza de gloria de la Trinidad, huésped del alma, hallando en este misterio el cielo en la tierra y teniendo clara conciencia de que él constituía su carisma y su misión en la Iglesia.

Isabel vivió la experiencia del amor de Dios, un Dios cercano, del que se sabía habitada. El día de su primera comunión, la priora del Carmelo, le dijo que su nombre significaba "casa de Dios". Esto fue para Isabel una auténtica revelación. Desde ese momento, no buscará otra cosa que vivir en una intimidad profunda con ese Dios que la habita. Querrá permanecer siempre, en medio de todas las cosas, inmovil y tranquila, junto a ese Dios Padre, Hijo y Espíritu, que vive en ella.

Cercana ya a su muerte escribe a su priora: "«El Señor la ama enormemente». La ama con aquel amor de predilección que el Maestro tuvo aquí en la tierra a algunas personas y que las llevó tan alto. El no le dice como a Pedro: «¿Me amas más que éstos?» [Jn 21,15]. Madre, escuche lo que a usted le dice: «Déjate amar más que éstos!». Es decir, sin temer que algún obstáculo pueda ser obstáculo para ello, pues yo soy libre de derramar mi amor sobre quien me plazca. Déjate amar más que éstos»: ésta es tu vocación. Siendo fiel a ella, me harás feliz, pues así ensalzarás el poder de mi amor. Y ese amor podrá rehacer lo que tú hayas deshecho. «Déjate amar más que éstos».

Madre, «déjese amar más que éstos». Así quiere su Maestro que usted sea alabanza de gloria. Él se alegra de poder construir en usted, mediante Su amor, para Su gloria. Y quiere hacerlo Él solo, aunque usted no haga nada para merecer esa gracia, a no ser lo que sabe hacer la criatura: obras de pecado y de miseria... Él la ama así. Él la ama «más que a éstos». Él lo hará todo en usted y llegará hasta el final. Pues cuando Él ama a un alma hasta ese punto y de esa manera, cuando la ama con un amor inmutable y creador, con un amor libre que todo lo transforma según su beneplácito, ¡entonces esa alma volará muy alto.

Madre, la fidelidad que el Maestro le pide consiste en vivir en comunión con el Amor, en desaparecer y arraigarse en ese Amor que quiere sellar su alma con el sello de su poder y de su grandeza.
Usted nunca será una del montón si vive alerta al Amor. Y en las horas en que lo único que sienta sea abatimiento y cansancio, aún le seguirá agradando si permanece fiel en creer que Él sigue actuando, que Él la ama a pesar de todo, e incluso más, porque su amor es libre y es as( como quiere ser ensalzado en usted. Y entonces usted se dejará amar «más que éstos».

 

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