lunes, 23 de julio de 2012

"Desasimiento de todo lo criado" (I)


La segunda virtud que Teresa propone al que quiere ser contemplativo es "desasirse de todo lo criado". No se trata de negar las realidades mundanas o de carecer de las cosas, sino de eliminar en el sujeto el apego de ellas, entendiendo por apego la afección desordenada que convierte la realidad mundana y finita en un ídolo, en una falso dios, que decepciona el deseo depositado en ella. San Juan de la Cruz describe maravillosamente el desasimiento cuando dice: "no hablamos aquí del carecer de las cosas, porque eso no desnuda al alma si tiene apetito de ellas, sino de la dejadez del gusto y apetito de ellas, que es lo que deja al alma libre y vacía de ellas, aunque las tenga. Porque no ocupan el alma las cosas de este mundo ni la dañan, sino la voluntad y apetito de ellas que moran en ella" (1S 3, 4; D 48)

Dificilmente podrá realizar la experiencia contemplativa, y cristiana, el hombre que vive "atesorando para sí", volcado en sus posesiones y con una voluntad dominadora, adorador de sí o de objetos aúun inferiores a sí mismo. Cuando el hombre se hace posesivo, todo lo reduce a objeto de posesión: cosas, personas, la religión, el amor, la fe, Dios mismo. Un hombre así ha pervertido su condición personal, y necesita pasar del espíritu de posesión a la pobreza espiritual.

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