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martes, 2 de octubre de 2012

6 moradas (I)


En este periodo el místico vive intensamente las realidades terrestres, pero en vigilante espera del encuentro definitivo con Cristo; por eso, podemos hablar de un periodo de tensión escatológica. En las sextas moradas, hay un predominio claro de la vida teologal, con grandes impulsos de amor.

Cristo se hace presente de una manera admirable "adonde divino y humano junto es siempre compañía". Estas moradas sextas son las vividas por Teresa en el castillo de su propia alma. Por eso, nos dará todo un arsenal de datos de alta vida espiritual: heridas de amor, éxtasis y otros fenómenos místicos.

El ingreso en las sextas moradas trae consigo la noche: entrada y travesía de una larga escalada de "grandes trabajos" y pruebas purificadoras. La noche es para Teresa una prueba dolorosa y total, a que es sometido el místico de forma exhaustiva: desde fuera y desde dentro de sí mismo. La relación con Dios se vuelve un sentimiento de ausencia y desamparo.

Pero la función de la noche es aquilatra los ojos para entrar en la luz del amanecer. El hombre viejo no puede ver a Dios y quedar con vida. Teresa está convencida que para recibir las joyas que al alma se le han de dar indipensable un lavado profundo del espíritu, desarraigándolo de tanta escoria como normalmente le aqueja.

"Por cierto que algunas veces lo considero y que temo que si se entendiesen antes, sería dificultosísimo determinarse la flaqueza natural para poderlo sufrir, ni determinarse a pasarlo, por bienes que se le representasen, salvo si no hubiese llegado a la séptima morada, que ya allí nada no se teme de arte que no se arroje muy de raíz el alma a pasarlo por Dios. Y es la causa que está casi siempre tan junta a Su Majestad, que de allí le viene la fortaleza. Creo será bien contaros algunos de los que yo sé que se pasan con certidumbre. Quizá no serán todas las almas llevadas por este camino, aunque dudo mucho que vivan libres de trabajos de la tierra de una manera o de otra las almas que a tiempos gozan tan de veras de cosas del cielo". (6M 1, 2)

jueves, 13 de septiembre de 2012

Los santos ayunos


Guardad ayuno todos los días, menos los domingos, desde la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz hasta el día de la Resurrección del Señor, a no ser que la enfermedad o debilidad física u otra causa razonable aconseje su dispensa, pues la necesidad no está sujeta a ley (Regla 14)
Hoy, 14 de Septiembre, con la fiesta de la exaltación de la santa Cruz, comienzan en la tradición del Carmelo los santos ayunos. Es la gran cuaresma monástica que va desde este día hasta la celebración de la Pascua. Es un tiempo de mayor recogimiento, porque la oración exige la purificación profunda del corazón y del alma, para que la unión con Dios no se ponga en algún “gusto o sentimiento sensible”, ni en suavidad espiritual, sino en pureza de fe (Cf. Noche 1, 5-6)

El carmelita recuerda de forma especial en este tiempo que “no solo de pan vive el hombre”, y que en su camino hacia Dios ha de reconocer su debilidad y su dependencia total de Aquel que lo llama a una íntima comunión de amor. Para tal empresa de vida espiritual nos prepara la ascesis teresiana que es toda evangélica, impregnada de amor y alegría espiritual. Sí, alegría, porque no se crean que el carmelita vive este tiempo con tristeza o pesadumbre. Más al contrario, es un tiempo en que su corazón permanece en vela, en tensión hacia Dios; y al mismo tiempo puede ayudar con su austeridad a las necesidades de sus hermanos los hombres, que padecen necesidad.

Pero el ayuno no sólo consiste en comer menos, en sentir la necesidad del alimento, sino que el ayuno también es romper todo yugo, es compartir el pan con el hambriento, es acoger en su casa y en su vida a los pobres sin hogar,y a tantos pobres de todo tipo del mundo moderno: pobres de compañía, de soledad, de sufrimiento, cubrir al prójimo cuando lo ves desnudo y en no esconderse de quien es de tu propia carne.

martes, 24 de julio de 2012

"Desasimiento de todo lo criado" (II)


Para santa Teresa, desasirse, es optar por la libertad y la gratuidad, no estar atado a nada ni a nadie.: "No consintamos, ¡oh hermanas!, que sea esclava de nadie nuestra voluntad, sino del que la compró por su sangre" (CV 4, 8). Pues el asimiento a cosas y personas, o a sí mismo, impiden cualquier actitud de entrega, y sin la entrega total, la oración se queda en buenas palabras, en deseos ineficaces: "¿Pensáis hermanas, que es poco bien procurar este bien de darnos todas al Todo sin hacernos partes?" (CV 8, 1). "Más creanme una cosa, que si hay punto de honra o de hacienda ( y esto también puede haberlo en los monasterios como fuera, aunque más quitadas están las ocasiones y mayor sería la culpa), que, aunque tenga muchos años de oración (o, por mejor decir, consideración, porque oración perfecta, en fin, quita esos resabios), que nunca medarán mucho ni llegarán a gozar el verdadero fruto de la oración" (CV 12, 5)

Teresa, como Juan de la Cruz, como todos los místicos, denuncia energicamente el espíritu posesivo como el obstáculo principal para el encuentro con Dios (con todas las connotaciones de su tiempo: puntos de honra, dependencias afectivas, etc.) y hace del paso del espíritu de posesión al de desprendimiento o gratuidad la clave para la entrada en el camino de la contemplación: "Aquí puede entrar la verdadera humildad, porque esta virtud y estotra (el desasimiento) paréceme andan juntas: son dos hermanas que no hay para qué las apartar. Verdad es que estas virtudes tienen tal propiedad, que se esconden de quien las posee, de manera que nunca las ve ni acaba de creer que tiene ninguna, aunque se lo digan; más tiénelas en tanto que siempre anda procurando tenerlas" (CV 10,3)

lunes, 23 de julio de 2012

"Desasimiento de todo lo criado" (I)


La segunda virtud que Teresa propone al que quiere ser contemplativo es "desasirse de todo lo criado". No se trata de negar las realidades mundanas o de carecer de las cosas, sino de eliminar en el sujeto el apego de ellas, entendiendo por apego la afección desordenada que convierte la realidad mundana y finita en un ídolo, en una falso dios, que decepciona el deseo depositado en ella. San Juan de la Cruz describe maravillosamente el desasimiento cuando dice: "no hablamos aquí del carecer de las cosas, porque eso no desnuda al alma si tiene apetito de ellas, sino de la dejadez del gusto y apetito de ellas, que es lo que deja al alma libre y vacía de ellas, aunque las tenga. Porque no ocupan el alma las cosas de este mundo ni la dañan, sino la voluntad y apetito de ellas que moran en ella" (1S 3, 4; D 48)

Dificilmente podrá realizar la experiencia contemplativa, y cristiana, el hombre que vive "atesorando para sí", volcado en sus posesiones y con una voluntad dominadora, adorador de sí o de objetos aúun inferiores a sí mismo. Cuando el hombre se hace posesivo, todo lo reduce a objeto de posesión: cosas, personas, la religión, el amor, la fe, Dios mismo. Un hombre así ha pervertido su condición personal, y necesita pasar del espíritu de posesión a la pobreza espiritual.

martes, 3 de julio de 2012

Pedagogía teresiana: camino de libertad


Santa Teresa en el camino de la oración nos propone una frase que parece muy fuerte: "En el desasimiento está el todo si va con perfección" Si nos entregamos del todo a Cristo, a su proyecto, a su estilo de vida y actitudes, todo lo demás vendrá por añadidura.

Teresa nos dice que para caminar en el camino de la oración, tenemos que aligerar el equipaje. Por eso nos invita a liberarnos "del mundo"; es decir, todas esas cosas, esas realidades que nos atan.

También nos invita a liberarnos de los "deudos", que son todas aquellas personas a las que debemos, algo; a las que queremos caer bien, a las que hacemos "la pelota".

El liberarse de uno mismo es el reto más importante que Teresa nos va a plantear. Ser libre frente a uno mismo.Libertad primero frente a la propia voluntad. La mayor esclavitud es cuando el "yo quiero" termina siendo el dueño de nuestras vidas. Liberarnos de la propia razón, de nuestros puntos de vista. Aprender a pasar de la imposición al diálogo, el compartir.

También nos invita a liberarnos de la "honra"; es decir, el miedo a que los otros nos conozcan tal como somos. Nos pasamos la vida angustiados, intentanto parecer lo que no somos, con miedo a que conozcan nuestros pecados, nuestras partes oscuras. Teresa nos invita a liberarnos de la "maldita honra" y a entrar en el campo de la gratuidad, de dar lo que somos.

Todo esto hace que el camino orante que nos propone santa Teresa esté centrado en las virtudes humanas. Teresa quiere el crecimiento de la persona, que en definitiva es lo que hace posible el camino de la oración. Y, al mismo tiempo, el camino de la oración va sanando nuestra humanidad.

martes, 19 de junio de 2012

Los frutos de la noche


Orar cuando sentimos consuelo, es fácil; prácticar las buenas obras cuando nos sentimos movidos a ello, y además los demás lo saben y alaban es gratificante. Pero el amor cristiano no es amor sensible, o por lo menos no solamente amor sensible, sino que al amor cristiano lo podríamos llamar "amor comprometido". Y es este, el amor que lleva a la experiencia de Dios, y por el que san Juan de la Cruz nos quiere conducir.

Cuando la luz de Dios irrumpe en la vida de una persona, esta se queda ciega, oscura, porque es Dios quien lleva las riendas de la vida, y entonces la persona tiene que ir aprendiendo a vivir en la fe, que como dice el santo "es noche oscura para el alma".

Ese amor comprometido es lo que el santo llama: "amor infuso", porque es un amor hacia el que la persona se siente arrastrada. Y que está por encima de lo que sentimos o queremos en ese momento.

De la noche, la persona sale con un sentimiento profundo de lo poco que es; y es consciente de que sin Dios nada puede. Por eso, se acerca a Dios con mayor reverencia y respeto.

También la propia conciencia sobre su pobreza hace que la persona sea más indulgente en los juicios sobre el prójimo, y, de esta manera, la caridad fraterna viene a ser más delicada.

Pero sobretodo, aprende la persona a practicar sus buenas obras, no ya por el gusto que en ellas siente, sino por puro convencimiento de que ese es el camino de la verdadera felicidad, del encuentro con Dios.

La noche, es el paso de la edad infantil a la edad adulta en la vida cristiana. Es dejar la leche, para entrar a tomar el alimento sólido.

lunes, 18 de junio de 2012

Necesitamos la noche....


A veces la sequedad en la oración es una gracia. Pero otras veces, es el fruto de nuestra desidia. Es lo que los antiguos llamaban la tibieza. Tibio es esa persona que le da lo mismo una cosa que otra. Que ya no se esfuerza por vivir una vida conforme al Evangelio. Es aquel que la voluntad de Dios en su vida coincide peligrosamente con su propia voluntad. Es aquel que ya no busca, ni pide. Es un indeferentismo práctico, en la que la persona va perdiendo todo aliento en el servicio de Dios.

Hoy también podíamos traducir la tibieza por la llamada "religión a la carta". La persona ya no se tiene que convertir a Dios, sino que es Dios quien se debe convertir a lo que la persona espera de él. Y así Dios, se convierte en una idea, en "algo" que utilizamos para tapar nuestras carencias afectivas, mantener nuestra inmadurez psicológica, o superar los miedos que produce la fragilidad de la existencia.

San Juan de la Cruz, invita constantemente a entrar en el camino del asombro. Es decír, dejarnos seducir por un Dios que nos resulta "extraño", en el sentido que siempre es más grande, más amoroso, y más alto que lo que podamos entender de Él.

Pero entrar en el camino del asombro, lleva también la conversión, el cambio. Y este camino lleva a la noche, la oscuridad. Por eso, la "noche oscura" de la que habla san Juan de la Cruz es una gracia, porque nos abre las puertas a encontrarnos con el Dios vivo y verdadero. No es ya nuestra creación, ni la proyección de nuestras necesidades afectivas, o psicológicas, sinol a misma experiencia de Moises que tiene que descalzarse ante la zarza ardiente.

Por eso, san Juan de la CRuz, invita una y otra vez a la persona a desnudarse de sus imágenes de Dios, de sus conceptos, de todo aquello que en nuestra vida espiritual está impidiendo la manifestación del Dios vivo y verdadero.

Los cristianos de hoy, necesitan la noche, para ir dejando tantas cosas, que confunden con Dios. Para irse desprendiendo de todo aquello que hemos confundido con Dios, para abrirnos a la experiencia del encuentro de Aquel que nos llama  a una vida de comunión y de amistad con Él.