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jueves, 13 de septiembre de 2012

Los santos ayunos


Guardad ayuno todos los días, menos los domingos, desde la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz hasta el día de la Resurrección del Señor, a no ser que la enfermedad o debilidad física u otra causa razonable aconseje su dispensa, pues la necesidad no está sujeta a ley (Regla 14)
Hoy, 14 de Septiembre, con la fiesta de la exaltación de la santa Cruz, comienzan en la tradición del Carmelo los santos ayunos. Es la gran cuaresma monástica que va desde este día hasta la celebración de la Pascua. Es un tiempo de mayor recogimiento, porque la oración exige la purificación profunda del corazón y del alma, para que la unión con Dios no se ponga en algún “gusto o sentimiento sensible”, ni en suavidad espiritual, sino en pureza de fe (Cf. Noche 1, 5-6)

El carmelita recuerda de forma especial en este tiempo que “no solo de pan vive el hombre”, y que en su camino hacia Dios ha de reconocer su debilidad y su dependencia total de Aquel que lo llama a una íntima comunión de amor. Para tal empresa de vida espiritual nos prepara la ascesis teresiana que es toda evangélica, impregnada de amor y alegría espiritual. Sí, alegría, porque no se crean que el carmelita vive este tiempo con tristeza o pesadumbre. Más al contrario, es un tiempo en que su corazón permanece en vela, en tensión hacia Dios; y al mismo tiempo puede ayudar con su austeridad a las necesidades de sus hermanos los hombres, que padecen necesidad.

Pero el ayuno no sólo consiste en comer menos, en sentir la necesidad del alimento, sino que el ayuno también es romper todo yugo, es compartir el pan con el hambriento, es acoger en su casa y en su vida a los pobres sin hogar,y a tantos pobres de todo tipo del mundo moderno: pobres de compañía, de soledad, de sufrimiento, cubrir al prójimo cuando lo ves desnudo y en no esconderse de quien es de tu propia carne.

viernes, 8 de junio de 2012

Desasimiento (IV)


Ya termino este tema del desasimiento dando una definición del desasimiento tal como lo propone san Juan de la Cruz: Desasirse es mirar a Jesús, fijar los ojos en Él. Es ponerse en el camino, siguiendo a Cristo; es decir, identificarse con Él, vivir con los sentimientos y actitudes de Jesús.

Aparentemente el seguimiento puede parecer una renuncia al propio ser para perderlo en Cristo. En realidad esta entrega tiene un secreto: la vida entregada por amor se encuentra en el mismo amor. Por eso san Juan de la Cruz propone al contemplativo un camino que parece, y es, muy arduo, y a veces puede echar para atrás. Pero el fin de ese camino en la comunión con Dios y con los hermanos. Cuando uno se acerca al Cántico Espiritual o a Llama de amor Viva donde Juan de la CRuz nos describe la donación total de Dios al hombre que le busca, uno se siente animado a entrar en este camino de encuentro con Él, a dejar nuestras pequeñas glorias y poderes, para entrar en ese camino llevado por el amor, y que culmina en el amor.

Por eso, el desprendimiento sólo no vale. Dar lo que se tiene, es el inicio. Pero lo decisivo es comprometer la vida. Si no tengo caridad; o sea, sino vivo la incondicionalidad del amor. Si el desprendimiento se convierte en una ley o en unas formas, pero no entrego mi corazón, entonces la ley y las formas no valen para nada. Lo peligroso de la vida cristiana, y la vida espiritual, es que podemos cumplir muchas cosas, sin despertar nunca a amar. San Juan de la Cruz nos invita al amor, pero al amor comprometido, que es el amor evangélico.

Termino ya este tema del desasimento con esta frase lapidaria de san Juan de la Cruz. Es una frase llena de compasión hacia las personas que se pasan la vida amando lo que no merece ser amado, aquello que nos esclaviza, que no nos deja ser personas. Y al mismo tiempo es una frase profética, de denuncia, que nos invita a levantar los ojos y el coazón a un amor sincero: "Oh almas criadas para esas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y glorias, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos! " (C, 39,7)

miércoles, 6 de junio de 2012

Desasimiento (III)


¿Qué he de hacer para conseguir una vida plena? Juan de la Cruz con el Evangelio en la mano, responde que la vida plena es Dios mismo; por eso, la pregunta auténtica que debería hacerse un cristiano para ser feliz, debería ser: ¿Cómo puedo encontrarme con Dios?, o ¿cuáles son las disposiciones que permiten que yo me encuentre con Dios?

El primer paso para seguir a Jesús que es donde encontramos a Dios es negativo: saber por donde no hay que ir, deshacerse de los ídolos que el evangelio identifica con el poder, la riqueza, la nación, la familia, el padre.

Para conseguir una vida plena, para encontrarnos con el Dios de Jesús, será necesario corregir muchas falsas imágenes que no se corresponden con el Dios que Jesús nos anuncia.

Juan de la Cruz nos propone un camino que nos saca de nosotros mismos y nos abre a una dimensión inesperada. Es el mismo camino que Jesús propone al joven rico, que se fue triste "porque tenía muchos bienes" a los que estaba apegado y no estaba dispuesto a dejarlos.

El camino espiritual cristiano es un dejar de mirarse a sí mismo para estar en disposición de encontrar al Otro, a Dios y al otro, al hermano. El camino cristiano es la disposición a encontrarnos con lo nuevo, con un Dios que desborda nuestras imágenes, siempre pobres y pequeñas. Entar en la espiritualidad cristiana es un abrirse a lo inesperado, romper con lo antiguo, en fin, estar dispuesto a nacer de nuevo, a una vida nueva.

Para Juan de la Cruz, la búsqueda de la felicidad pasa por la búsqueda de la felicidad de los demás. Por eso, esa insistencia en el desasimiento, en salir de nuestro ego, de buscar nuestro sólo placer. El desasimiento cristiano no es un narcisismo camuflado de una perfección mal entendida.No es despreciarse a sí mismo, o estar continuamente culpabilizándonos de lo malos que somos. No es tampoco un machacarnos para purgar no sé que ocultos pecados.Porque no se puede ser feliz perjudicando a los demás. Sino que es la afirmación de que en la búsuqeda de nosotros mismos, de nuestro placer, del poseer, del poder no es posible ninguna felicidad. En esas cosas, sólo es posible satisfacer pasiones, pero esa stisfacción dura poco y deja un gran vacío.

lunes, 4 de junio de 2012

Desasimiento (I)


Una de las palabras que más usa san Juan de la Cruz es la palabra "desasimiento". San Juan de la Cruz propone al contemplativos desasirse, desprenderse podíamos decir hoy, de todo lo que no sea Dios.

Lo que san Juan de la Cruz propone es la concreción de una máxima evangélica: "vende lo que tienes, da el dínero a los pobres, y sígueme" San Juan de la Cruz propone al contemplativo que venda todo lo que tiene, que entre en el ámbito de la confianza incondicional en Dios, no poniendo su corazón en los bienes y poderes de este mundo, ni tampoco en las cosas espirituales por muy santas que parezcan, para poder seguir a Jesús en la gratuidad.

El espiritual suele centrar más su vida en una pobreza ascética,pero a veces se queda anclado en los bienes espirituales: sus devociones, su forma de ver y entender a Dios, sus logros, su plan de vida orante, sus tiempos de oración. Juan de la CRuz va al fondo de esos apegos que parecen tan santos.

Pero la pobreza, el desasimiento es una condición ineludible del seguimiento. La riqueza, también la espiritual al hacer que uno se sienta poderoso y seguro de sí mismo impide el acceso a Dios. Cuando esta riqueza es espiritual, el orante se suele volver crítico, juzga a los demás y termina convertido en un soberbio, que no agunta más perfección que la suya.

Porque este tema es importante lo seguiremos tratando... quede esto como inicio de un camino que espero nos cree a todos un poco mal sabor de boca....

viernes, 25 de mayo de 2012

Mortificación


Estoy poniendo en estos últimos post, los preliminares que los místicos ponen para prepararnos al encuentro con Dios.

Los místicos hablan de la mortificación. Es una palabra muy denostada en la vida creyente en estos momentos. Quizá esto se debe a la mala utlización que se ha hecho durante muchos tiempo de este término.

Durante mucho tiempo he estado leyendo y profundizante en cómo entendían los mísiticos del carmelo la práctica de la mortificación. Y creo no equivocarme cuando la defino como : organizar la vida en función de la felicidad de los demás. Esto supone como es lógico, privarse de todo lo que yo sé que molesta a los otros. Y supone también hacer todo lo que yo sé que crea un buen ambiente: paz, sosiego, respeto ante el que piensa y vive de manera distinta a como yo pienso y vivo, atención a lo que agrada y desagrada a quienes viven cerca de mi, delicadeza con todos y el aguante necesario para soportar las invitables impertinencias que la convivencia nos presenta a todas horas. Todo esto es lo que exige la mortificación evangélica y que nos proponen los místicos del Carmelo para ir amoldando nuestro corazón a recibir el amor de Dios, dejarnos amar por Dios y por los hermanos, y también, como no, amar, con un amor comprometido que nada tiene que ver con ese amor etéreo que a veces profesamos...