viernes, 8 de junio de 2012

Desasimiento (IV)


Ya termino este tema del desasimiento dando una definición del desasimiento tal como lo propone san Juan de la Cruz: Desasirse es mirar a Jesús, fijar los ojos en Él. Es ponerse en el camino, siguiendo a Cristo; es decir, identificarse con Él, vivir con los sentimientos y actitudes de Jesús.

Aparentemente el seguimiento puede parecer una renuncia al propio ser para perderlo en Cristo. En realidad esta entrega tiene un secreto: la vida entregada por amor se encuentra en el mismo amor. Por eso san Juan de la Cruz propone al contemplativo un camino que parece, y es, muy arduo, y a veces puede echar para atrás. Pero el fin de ese camino en la comunión con Dios y con los hermanos. Cuando uno se acerca al Cántico Espiritual o a Llama de amor Viva donde Juan de la CRuz nos describe la donación total de Dios al hombre que le busca, uno se siente animado a entrar en este camino de encuentro con Él, a dejar nuestras pequeñas glorias y poderes, para entrar en ese camino llevado por el amor, y que culmina en el amor.

Por eso, el desprendimiento sólo no vale. Dar lo que se tiene, es el inicio. Pero lo decisivo es comprometer la vida. Si no tengo caridad; o sea, sino vivo la incondicionalidad del amor. Si el desprendimiento se convierte en una ley o en unas formas, pero no entrego mi corazón, entonces la ley y las formas no valen para nada. Lo peligroso de la vida cristiana, y la vida espiritual, es que podemos cumplir muchas cosas, sin despertar nunca a amar. San Juan de la Cruz nos invita al amor, pero al amor comprometido, que es el amor evangélico.

Termino ya este tema del desasimento con esta frase lapidaria de san Juan de la Cruz. Es una frase llena de compasión hacia las personas que se pasan la vida amando lo que no merece ser amado, aquello que nos esclaviza, que no nos deja ser personas. Y al mismo tiempo es una frase profética, de denuncia, que nos invita a levantar los ojos y el coazón a un amor sincero: "Oh almas criadas para esas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y glorias, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos! " (C, 39,7)

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