lunes, 13 de agosto de 2012

El método teresiano de oración en síntesis


Lo primero es determinada determinación de empezar la oración,  o si se ha empezado no dejarla. Teresa nos dice: "Quien la ha comenzado no la deje. Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo, no carezca de tanto bien. No hay aquí qué temer, sino qué desear".

Al principio requiere separar algún tiempo y elegir un lugar adecuado. No olvidar nunca que la oración está al alcance de todos: "Mirad que convida el Señor a todos".

Nos puede ayudar la oración de recogimeinto: recoger  y concentrar los sentidos en nuestro interior. Reconocer la presencia de Cristo en nosotros. Habla sencillamente con él, déjate mirar por Cristo y mírale tu también. Acostúmbrate a su compañía. Aprende a escucharle: se comunica sin necesidad de palabras.

No olvides nunca que la oración es una relación de amor: "tratar de amistad"

La oración nos acostumbra a vivir en el amor, verdad y libertad, es decir, a recuperar la unidad y la armonia interior, a caminar derechos en el segumiento de Jesús.

Santa Teresa nos garantiza que practicándola estamos en el buen camino, y que los resultados no se harán esperar.

"Son las almas que no tienen oración como un cuerpo con perlesía o tullido que, aunque tiene pies y manos, no los puede mandar: que hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas exteriores, que no hay remedio y parece que no pueden entrar dentro de sí ... y con ser de natural  tan rica y poder tener su conversación nada menos que con Dios, no hay remedio. Y, si estas almas no procuran entender y remediar su gran miseria, quedarse han hechas estatuas de sal por no volver la cabeza hacia sí, así como le quedó la mujer de Lor por volverla. Porque a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración... (1M 1, 6-7)

miércoles, 8 de agosto de 2012

9 de Agosto: Edith Stein




Hoy celebra la Orden del Carmen a santa Teresa Benedicta de la CRuz, más conocida como Edith Stein.

edithstein.jpgCuando Edith Stein, la última de once hermanos, nació en Breslau el 12 de octubre de 1891, la familia festejaba el Yom Kippur, la mayor fiesta hebrea, el día de la expiación. "Esto hizo, más que ninguna otra cosa, que su madre tuviera una especial predilección por la hija más pequeña". Precisamente esta fecha de su nacimientó fue para la carmelita casi un vaticinio.

El padre, comerciante de maderas, murió cuando Edith no había cumplido aún dos años. La madre, una mujer muy religiosa, solícita y voluntariosa, una persona verdaderamente admirable, al quedarse sola, debió hacer frente tanto al cuidado de la familia como a la gestión de la gran hacienda familiar; pero no consiguió mantener en los hijos una fe viva. Edith perdió la fe en Dios. "Con plena conciencia y por libre elección dejé de rezar".

Obtuvo brillantemente la reválida en 1911 y comenzó a estudiar germanística e historia en la Universidad de Breslau, más para tener una base de sustento en el futuro que por auténtica pasión. Su verdadero interés era la filosofía. Le interesaban también los problemas de la mujer. Entró a formar parte de la organización "Asociación Prusiana para el Derecho Femenino al Voto". Más tarde escribía: " como bachiller y joven estudiante, fui una feminista radical. Perdí después el interés por este asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente objetivas".

En 1913, la estudiante Edith Stein se fue a Gottinga para asistir a las clases universitarias de Edmund Husserl, de quien llegó a ser discípula y asistente, consiguiendo con él el doctorado.

Por aquel tiempo le ocurrió un hecho importante: observó cómo una aldeana entraba en la Catedral de Frankfurt con la cesta de la compra, quedándose un rato para rezar. "Esto fue para mí algo completamente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que he frecuentado los creyentes acuden a las funciones. Aquí, sin embargo, una persona entró en la iglesia desierta, come si fuera a conversar en la intimidad. No he podido olvidar lo ocurrido".

En el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern (Palatinado), a la finca de la Señora Hedwig Conrad-Martius, una discípula de Husserl. Esta señora, junto con su esposo, se había convertido al Evangelio. Una tarde Edith encontró en la biblioteca la autobiografía de Teresa de Ávila. La leyó durante toda la noche. "Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad".
 
Edith Stein se bautizó e ingresó en el Carmelo Descalzo. A pesar de los intentos de sus superiores de salvarla, la persecución de los Nazis sobre los judios la alcanzó por pertenecer a ese pueblo. El 2 de agosto de 1942 llega la Gestapo. Edith Stein se encuentra en la capilla con las otras Hermanas. En cinco minutos debe presentarse, junto con su hermana Rosa, que se había bautizado en la Iglesia Católica y prestaba servicio en las Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de Edith Stein que se oyen en Echt están dirigidas a Rosa: "Ven, vayamos, por nuestro pueblo". Murió en las cámaras de gas.

Contemplar y comunicar lo contemplado


En el capítulo 20, del libro "Camino de Perfección", Teresa apremia a sus monjas a la práctica de la comunicación espiritual, algo que para entonces, en aquellos tiempos recios de sospecha ante cualquier cosa nueva, resultaba arriesgado y peligroso. Teresa, en cambio, les recuerda el sentido propio de una casa de experiencia: reunidas para "poder hablar en Dios" (con Él y de Él), es decir, para orar y comunicar. Teresa quiere una comunidad orante, pero no sólo de recitación orante, sino sobretodo de inducción a la experiencia: " Todas las personas que os trataren, hijas,habiendo disposición y alguna amistad, procurad quitarlas el miedo de comenzar tan gran bien (el de la oración); y, por amor de Dios, os pido que vuestro trato sea siempre ordenado a algún bien de quien hablareis, pues vuestra oración ha de  ser para provecho de las almas. Y puesto habéis siempre de pedir al Señor, mal parecería, hermanas, no procurarlo de todas las maneras. Vuestros deudos ya saben que sois religiosas y que vuestro trato es de oración. No se os ponga delante: "no quiero que me tengan por buena", porque es provecho o daño común el que en vos vieren. Y es gran mal a las que tanta obligación tienen de no hablar sino en Dios, como las monjas, les parezca bien disimulación en este caso, sino fuese alguna vez para más bien. este es vuestro trato y lenguaje; quien os quisiere tratar, depréndale... Si os tuvieren por groseras, poco va en ello; si por hipócritas, menos. Ganaréis de aquí que no os vea sino quien se entendiere por esta lengua" (CV 20, 3-6)

Teresa invita a hablar de Dios. Pero no en un lenguaje superficial de lo aprendido, sino del trato que con Él se tiene en la oración, y de todo aquello que la persona va recibiendo en el camino orante. Un contemplativo, ha de tener en su corazón el deseo de llevar a las otras personas el gran bien de la oración.

Santa Teresa era una gran comunicadora. Ella dice que un cosa es recibir una gracia, otra el entenderla y otra el poderla expresar. Por eso, ella, se propuso invitar con sus escritos a todas las personas a entrar en esa comunicación, más bien, comunión con el Dios de amor, que llenó su vida, y la plenificó.

El contemplativo, el orante, para Teresa no ha de ser nunca un ser huraño, encogido, poco amigo de tratar con los demás. Antes al contrario, para ella el contemplativo ha de andar "con una santa libertad", ni "encogidos" ni "apretado", y "ser afable y agradar y contentar a las personas que tratamos". Ella, a lo largo de sus escritos desenmascara esa espiritualidad " que encoge el ánimo y el ánima". Por eso, ella dice una y otra vez: " Así, hermanas, todo lo que pudiéseis sin ofensa de Dios, procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar, y no se atemoricen ni amedrenten de la virtud. A religiosas importa mucho esto: mientras más santas, mas conversables con sus hermanas, y aunque sintáis mucha pena sino van sus pláticas todas como vos las queríais hablar, nunca os extrañéis(canseis) de ellas, si queréis aprovechar y ser amada" (CV 41, 5-8)

martes, 7 de agosto de 2012

La vida contemplativa es fuente de humanización


La vida contemplativa constituye una forma eminente de realización de la condición humana. Ser contemplativo no es más que ejercer, vivir, poner en práctica la capacidad de infinito, la condición de imagen de Dios presente en cada persona. De este ejercicio de lo mejor, de lo más sublime que hay en el hombre, se sigue una capacidad humanizadora, una fuente inestimable de lo humano.

El amor de Dios, es más ensanchador que ocupador; no viene a llenar el corazón del hombre como si se tratara de una carencia, sino a dilatarlo en la medida misma de Dios; y desde ahí, gracias  a esa dilatación de sus posibilidades que le confiere la inserción en la generosa corriente del amor de Dios, le capacita para amar a los demás, destinatarios naturales del amor de Dios, y al mundo creado por Dios como medio de su realización. Aceptar el amor originario de Dios no consiste en encerrarlo dentro de nosotros, sino en hacernos sus mediadores prolongándolo en nuestro amor universal a todo lo que existe. De ahí la estrecha relación del amor de Dios con el amor a lo hermanos que lleva al Nuevo Testamento a afirmar expresamente: "Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor"; "en esto sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, en que amamos a nuestros hermanos"; y " quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve" (1Jn 4, n8.20) Esto ha llevado a los místicos de todas las tradiciones a mostrar el amor a los hermanos como manifestación y garantía de la verdad del amor de Dios.

De ello ofrece Teresa incontables testimonio en sus escritos. En las Moradas por ejemplo, repite una y otra vez: " Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo, y mientras con más perfección guardemos estos dos mandamientos, seremos más perfectas" (1M 2, 17). "Acá solas estas dos cosas nos pide el Señor, amor de su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar" (5M 3, 7). "Que no, hermanos, no; obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te de nada perder esa devoción y te compadezcas de ella" (5M 3, 11) "Para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual, de que nazcan siempre obras, obras" (7M 4,6)

viernes, 3 de agosto de 2012

Descubrir la Trascendencia


Teresa vio el peligro, particularmente entre los letrados (aquellos que tienen estudios), de identificar la oración con una actividad intelectual: "algunos he topado que les parece que está todo el negocio en el pensamiento, y si este pueden tener mucho en Dios, aunque sea haciéndose gran fuerza, luego les parece que son espirituales; y si se divierten (se distraen), no pudiendo más aunque sea para cosas buenas, luego les viene gran desconsuelo y les parece que están perdido" (F, 5,2). Santa Teresa nos invita al descanso en la oración, a dejar pensamientos piadosos, razonmientos sobre Dios, y a entrar en el gozo de una contemplación sencilla. Ante este peligro de la oración intelectualista de la meditación discursiva, en que "no les parece que ha de haber día de Domingo, ni rato que no sea trabajar en componer razones" (V 13, 11), Teresa reaccionó diciendo que "la sustancia de la perfecta oración" no está en el pensamiento sino en el amor, "por donde el aprovechamiento del alma no está en pesar mucho, sino en amar mucho" (F 5, 2; 4M 1,7).

Por eso Teresa propone el recogimiento para introducirnos a la oración contemplativa, tal como hemos explicado en capítulos anteriores. Pero recogerse no es ensimismarse. La interioridad no es refugio para aislarnos del mundo; al contrario, es el lugar donde nos encontramos cono desfondados, remitidos a los otros, al Otro que nos precede y nos funda. El esfuerzo del recogimiento no se reduce, pues, a las técnicas de concentración o a la lucha metódica contra las distracciones y el aburrimiento en la oración.

Teresa no nos propone captar un "objeto" de posesión, sino a vaciar el propio interior, a romper con esas formas defectuosas de relación que son el espíritu de propiedad y de dominio, a purificar el corazón hasta que refleje la presencia que lo habita. Se trata de recogerse hasta trascenderse, de entrada en lo más interior de uno mismo y de salida irreprimible más allá de sí mismo, de adentrarse con Dios en el centro más secreto de uno mismo para encontrar allí el secreto originario de Dios y del hombe: Jesucristo.

Sólo quien se trasciende, quien va más allá de uno mismo, saliendo literalmente de sí, desposeyéndose de toda pretensión de dominio, podrá descubrir la trascendencia.

jueves, 2 de agosto de 2012

Perdónanos, como perdonamos

En una entrada anterior, hablabamos, de como para Santa Teresa la contemplación tiene como uno de los frutos más preciosos la capacidad de perdonar. En este video que os ofrezco a continuación vienen algunas frases de santa Teresa en el libro "Camino de Perfección" donde habla de esto , comentando la cita del Padre Nuestro: "Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos".

miércoles, 1 de agosto de 2012

Teresa ora la Eucaristía


Santa Teresa vivió de una manera muy profunda la Eucaristía, el sacramento de la presencia del Señor en medio de nosotros. Os dejo este otro video, donde describe su experiencia orante de la Eucaristía.  Los textos que apaecen estan sacados en su mayor parte del libro "Camino de Perfección", cuando medita las palabras: "el pan nuestro de cada día, dánosle hoy".