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viernes, 3 de agosto de 2012

Descubrir la Trascendencia


Teresa vio el peligro, particularmente entre los letrados (aquellos que tienen estudios), de identificar la oración con una actividad intelectual: "algunos he topado que les parece que está todo el negocio en el pensamiento, y si este pueden tener mucho en Dios, aunque sea haciéndose gran fuerza, luego les parece que son espirituales; y si se divierten (se distraen), no pudiendo más aunque sea para cosas buenas, luego les viene gran desconsuelo y les parece que están perdido" (F, 5,2). Santa Teresa nos invita al descanso en la oración, a dejar pensamientos piadosos, razonmientos sobre Dios, y a entrar en el gozo de una contemplación sencilla. Ante este peligro de la oración intelectualista de la meditación discursiva, en que "no les parece que ha de haber día de Domingo, ni rato que no sea trabajar en componer razones" (V 13, 11), Teresa reaccionó diciendo que "la sustancia de la perfecta oración" no está en el pensamiento sino en el amor, "por donde el aprovechamiento del alma no está en pesar mucho, sino en amar mucho" (F 5, 2; 4M 1,7).

Por eso Teresa propone el recogimiento para introducirnos a la oración contemplativa, tal como hemos explicado en capítulos anteriores. Pero recogerse no es ensimismarse. La interioridad no es refugio para aislarnos del mundo; al contrario, es el lugar donde nos encontramos cono desfondados, remitidos a los otros, al Otro que nos precede y nos funda. El esfuerzo del recogimiento no se reduce, pues, a las técnicas de concentración o a la lucha metódica contra las distracciones y el aburrimiento en la oración.

Teresa no nos propone captar un "objeto" de posesión, sino a vaciar el propio interior, a romper con esas formas defectuosas de relación que son el espíritu de propiedad y de dominio, a purificar el corazón hasta que refleje la presencia que lo habita. Se trata de recogerse hasta trascenderse, de entrada en lo más interior de uno mismo y de salida irreprimible más allá de sí mismo, de adentrarse con Dios en el centro más secreto de uno mismo para encontrar allí el secreto originario de Dios y del hombe: Jesucristo.

Sólo quien se trasciende, quien va más allá de uno mismo, saliendo literalmente de sí, desposeyéndose de toda pretensión de dominio, podrá descubrir la trascendencia.

jueves, 12 de julio de 2012

Oración de recogimiento pasivo (Textos)


"Hagamos cuenta que estos sentidos y potencias..., que se han ido fuera y andan con gente extraña, enemiga del bien de este castillo, días y años; y que ya se han ido, viendo su perdición, acercandose a él, aunque no acaban de estar dentro. Visto ya al gran rey, que está en la morada de este castillo, su buena voluntad, por su gran misericordia quiérelos tornar a Él, y como buen pastor, con un silvo tan suave, que casi ellos mesmos no lo entienden, hace que conozcan su voz y no anden tan perdios, sino que se tornen a su morada, y tiene tanta fuerza este silbo del Pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados, y métense en el castillo" (4M 3, 2-3).

"Un recogimiento que también me parece sobrenatural, porque no es estar en oscuro, ni cerrar los ojos, ni consiste en cosa exterior, puesto que, sin quererlo, se hace esto de cerrar los ojos y desear soledad, y sin artificio, parece que se va labrando el edificio para la oración que queda dicha".( 4M 3, 1)

"Y no penséis que es por el entendimiento adquirido, procurando pensar dentro de sí a Dios, ni por la imaginación, imaginándole en sí. bueno, es esto, y excelente manera de meditación. Más lo que digo es en diferente manera; y que algunas veces, antes que se comienza a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé como por dónde ni cómo oyó el silbo de su pastor, que no fue por los oídos...., más siéntese notablemente un encogimiento suave a lo interior" (4M 3,3)

Oración de recogimiento pasivo


Aquí la Madre Teresa ya no habla de pensar ni de imaginar, sino de un movimiento expontáneo hacia el interior no provocado por uno mismo. Las reflexiones religiosas y las imágenes han quedado atrás; ya no son importantes, así como también pierde valor el esfuerzo personal.

No obstante, la mente no está en una pasividad anodina, como si estuviera en blanco; por el contrario, toda la persona está completamente atenta, alerta al amor que se revela sin que ella lo pretenda.

Lo único que interesa en este estado de reogimiento es que uno esté abandonado a una Presencia que lo arropa y acoge. Es una presencia sin imagen. La oración aquí se hace contemplativa por sí misma y toda ella transcurre en este deleite suave de estar recogido, perdido a todos los entretenimientos que nos extrovierten.

Estamos ya en una oración mística que es don de Dios. No es lo que nosotros hacemos, sino que es Dios quien obra en nosotros. Todo el camino realizado hasta el momento ha sido liberarnos de nuestras imágenes, nuestros conceptos sobre Dios, para poder dejarle obrar con libertad. El camino de la oración ha sido un proceso de liberación de nosotros mismos, y de apertura al misterio de Dios, empequeñecido por nuestras imágenes y conceptos. Cuando la persona deja a Dios ser Dios en su vida, no es la persona la que ora, sino el Espíritu quien mueve su alma, mente y corazón. Este es el camino contemplativo cristiano.

Santa Teresa lo describe así: "Un recogimiento interior que se siente en el alma, que parece ella tiene allá otros sentidos, como acá los exteriores... y así algunas veces los llevá tras sí, que le da gana de cerrar los ojos y no oír ni ver ni entender, sino aquello en que el alma entonces se ocupa" (CC 54,3)