viernes, 29 de junio de 2012

La oración es un camino de amor.


Cuando las monjas de Teresa le piden que escriba algo sobre la oración, se pone a redactar el libro"Camino de Perfección". Pacticamente el 80% del libro está dedicado a las virtudes humanas y a la vida comunitaria. Pues para Teresa la vida de oración y la vida cristiana tiene que tener la base de las virtudes humanas. Oración sin virtudes es una quimera.

Los demás van a formar parte inherente en todo el proceso orante de la persona. El camino de la oración es un camino de amor, y lo que manifiesta el amor cristiano es el servicio. Para Teresa el equipaje para llegar a la meta son las virtudes: amor de unas con otras, desasimiento, humildad, amor comprometido.

Para ser orante hay que crecer en el amor de unos con otros, estar liberado de otros intereses que no sea el bien de los demás. Pero el amor es una condición para la oración, pero también un efecto: pues la oración nos va a ir haciendo crecer en el amor, en libertad, en humildad.

Una vida auténtica de oración se va a medir no por las muchas horas de oración, sino por lo que la persona crezca en amor a los demás, en libertad, en desasimiento.

La oación es una aventura, no un camino extático o monótono. Es una realidad abierta al crecimiento, en movimiento. Teresa es una aventurera: "fémina inquieta y andariega" la llamaban sus detractores. Y nos quiere introducir en un proceso con un dinamismo que nos abre al misterio de la propia persona y al de Dios.

jueves, 28 de junio de 2012

Un camino abierto a todos...


El camino de la oración es un camino que configura la vida de la persona. Es un camino abierto a todos. Teresa rompe la disyuntiva activos-contemplativos. No hay posibilidad de una vida de acción pura o contemplativa pura. Pues para Teresa el elemento central de la vida de oración es el servicio. La persona no se retira a orar encerrándose en un mundo propio, sino se retira a orar como un servicio a la Iglesia y a los hombres.

Teresa, en un momento crítico para Europa y para la Iglesia de su tiempo, no se encierra a orar, sino a "ayudar al Señor". Va al convento, y llama a sus hijas a luchar por Cristo. Orar no es sumergirse en una interioridad, sino correr un riesgo, pues se ora para aprender del Maestro a dar la vida, a afrontar los mayores problemas que están viviendo los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

El método Teresiano de oración que vamos a ir viendo estos días es sencillo, lineal y sin artificios. Todo el mundo lo puede prácticar. Requiere elegir algún tiempo y un lugar adecuado. Pero Teresa insiste que la oración está al alcance de todos. Y la oración da calidad y profundidad a la vida pues no nos aleja de nuestra realidad sino que nos lleva a una humanidad plena.

A orar se aprende orando. No se trata de aislarse, aunque la soledad ayuda mucho a la oración, sobretodo a los comienzos. Pero la soledad sólo es un medio para crear un espacio de comunicación con el Dios presente. Teresa nos dirá que le hablemos, que nos dejemos mirar o sentirnos mirados. Dios nos está mirando. Y Teresa nos invita a aprender que somos el centro de la mirada de Dios. Y esta presencia es pacificadora, amorosa. Por eso, debemos mirarle también nosotros.

La oración es un trato de amistad con un Dios que nunca está ausente, sino siempre presente. El primer paso para orar es querer orar, querer ser amigo de Dios.Nuestra voluntad tiene que dar un paso adelante; es lo que Teresa llama la "determinada determinación" de no dejar nunca la oración.

miércoles, 27 de junio de 2012

Pedagogía de la oración teresiana


Teresa es una mujer de una pedagogía y una experiencia muy simple. Ella parte de su propia experiencia para llevarnos a la experiencia de Dios.

Lo primero que hay que decir, es que Teresa de la oración como práctica, es decir, del tiempo concreto que dedicamos a la oración, habla muy poco. Para Teresa la oración es, e implica, un estilo de vida, de seguimiento de Jesús.

Su definición de la oración: "estar muchas veces a solas, tratando de amistad, con quien sabemos nos ama" Oración es saber lo que decimos; a quien se lo decimos, y a quien se le dice. En una época, donde Dios es la Soberana Majestad, trata a Dios como amigo, suena muy atrevido. La oración no es culto, sino trato. Pero no es un trato cualquiera, sino un trato de amistad: yo me entrego, y el otro, se me entrega. Porque hablamos de amistad implica un compartirlo todo. Es un trato entre iguales, porque no se puede dar amistad si hay subordinación.

¿Cuales son las necesidades de la amistad? La amistad implica continuidad, repetición. Que yo me encuentre con ese alguien muchas veces para que nazca la intimidad. No se trata de forzar la voluntad para que esté con esa persona, sino a enamorar la voluntad que me lleve a estar con Él, como "con el esposo, con el Padre, con el Amigo, con el Hermano". Todas estas palabras que usa Teresa para referirse a Cristo.

El  " a solas" de la definición es la intimidad para cultivar la amistad con quien sabemos nos ama. A veces se ha hablado en la oración de las fases ascéticas. Los místicos del Carmelo ponen como elemento fundamental el "con quien sabemos nos ama". Esto no implica en un primero momento que yo tengo que amar a Dios. Sino el descubrirnos amados por Dios. Se trata de descubrir algo que de por sí ya poseo y ya tengo. No se trata de algo que tengo que alcanzar ni de dar nada a Dios, sino de descubrir que Dios me ama.

Sólo en lo que la persona es, se puede descubrir querida. El éxito en el camino oracional es ir ahondando en ese amor que Dios me tiene. El proceso es tomar conciencia de que Dios me habita, de que Dios está presente en mi vida.

En el momento en que uno se descubre amado, mis fuerzas no van a llamar la atención del que me ama, sino que descubre la gratuidad. El recogerse en oración teresiano no es un acto pisoclógico para quedarse en paz, sino que apunta a tomar conciencia de una presencia. Caer en la cuenta de que Dios nos ama porque sí, gratuitamente.

lunes, 25 de junio de 2012

¡Oh noche que juntaste amado con amada!


Cuando Dios "hace desfallecer al alma a todo lo que no es Dios naturalmente" (II, 13, 11), cuando advierte que a través de sus propios razonamientos ni ideas, incluso las más espirituales, no puede llegar a Dios, y qué unicamente mediante una fe confiada y oscura puede agradar a Dios (II, 21, 4), entonces Dios que siempre estaba dispuesto y sólo buscaba el espacio libre, del que se han expulsado los falsos dioses, puede entrar en el alma con gran ternura y amorosa amistad (II, 7, 4).

Se puede entonces empezar a producir la creación de un hombre nuevo, cuyo germen había sido puesto en en bautismo. Este hombre se encuentra participando en Dios y lo ve todo con los ojos de Dios (II, 20, 5). Este hombre es capaz de cumplir de veras con el primer precepto que dice: "amarás a tu Dios de todo corazón, y de toda tu mente, y de toda tu alma, y de todas tus uerzas".

No estamos ante un fusión panteista o simbiótica de Dios con el hombre, sino ante una amistad en la que el hombre se hace tanto más libre e independiente cuanto más vive en comunión con Dios.

  En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.              

  A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.   
              
  En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía                             
sino la que en el corazón ardía.               

  Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.                  

  ¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

viernes, 22 de junio de 2012

!oh noche dichosa!


Ayer me confesaba un amigo, que no entendía la noche oscura de la que habla san Juan de la Cruz. Y lo curioso es que en el fondo todos hemos experimentado, con mayor o menos intensidad, esa noche. Porque todos hemos tenido que experimentar el romper con tantas cosas, tantas ideas, y tantas concepciones de Dios, de una forma más o menos dolorosa.

Pero voy a tratar de explicar de una manera un poco más bíblica, lo que es y lo que significa la noche oscura.

La noche es una lucha encarnizada entre dos adversarios. Hay oposición entre la imagen de sí mismo, del mundo y de Dios que tiene el hombre, por una parte, y Dios, que quiere entrar en el alma desocupada, por otra. Juan de la Cruz conoce muy bien al hombre, y sabe, que la imagen propia y la imagen de Dios en el hombre caminan siempre juntas. Por eso no es raro que el hombre proyecte en Dios sus ansias de poder y de grandeza, normalmente ocultas, en la grandiosidad de los ritos o en los lujos sacrales, por ejemplo. O por el contrario, su poca autoestima o sus frustraciones en la imagen de un Dios que le controla, lo domina y le da miedo.

La Biblia entera es una lucha entre los ídolos y el Dios verdadero. La vida misma de Jesús se puede entender entre una lucha entre el Dios de los sacerdotes, que serán los que lo lleven a la muerte, y la manifestación de Dios-Abba en Jesús.

Cuando la persona, dejadas las propias ideas que tiene de Dios, y le deja manifestársele, este Dios, el Dios verdadero, le resulta extraño, pues de este Dios, no sabe nada, es simplemente "un no sé qué" que el alma siente que le falta (II, 7, 6). "Es estraño y ajeno a toda humana manera" (II 9, 5). Pero esto se nota, cuando desaparece la anterior imagen de Dios que era un ídolo y la imagen que el hombre tenía de sí.

La consecuencia, es al principio, una absolluta tiniebla de Dios junto con el sentimiento de la propia aniquilación, pues "nadie puede ver a Dios y quedar con vida" (Exodo). La persona, al quedarse sin las imágenes que le hacían poseer y en parte adueñarse de Dios, no tiene claro donde está Dios y quién es (II, 8, 2). Lo único que está sucediendo es que el Dios verdadero expulsa al antiguo ídolo, y el hombre se siente entonces inseguro y al mismo tiempo experimenta una gran reverencia ante el Dios vivo y verdadero que se le manifiesta.

La noche nos lleva al encuentro con un Dios extraño, al distinguirlo de todo lo obvio y natural, incluída la posesión de Dios, incluído el tener a Dos. La lucha del poder idolátrico contra el Dios verdadero, testificada a lo largo de la Biblia, continúa en las tribulaciones de los buscadores espirituales.

La noche oscura es, un estar en suspenso en el aire, sin sostén. En la noche oscura, el hombre se encuentra con el Dios de la Biblia, el Abba de Jesús, que no quiere tener otros dioses junto a sí

jueves, 21 de junio de 2012

Buscar compañía


En los caminos del Espíritu, san Juan de la Cruz nos muestra al guía, el compañero y el Esposo, que tomará a la persona de la mano y protegerá sus pasos: Jesucristo. Para san Juan de la Cruz, Jesucristo no es sólo el maestro cuyas enseñanzas se han de escuchar; sino sobretodo, Jesucristo, es el Esposo.

Al comenzar el camino, el santo nos anima: "Para vencer todos los apetitos y negar los gustos en todas las cosas, con cuyo amor y aficción se suele inflamar la voluntad ... es menester otra inflamación de amor de otro amor mejor, que es el de su Esposo, para que, teniendo su gusto y fuerza en este, tuviese valor y constancia para fácilmente negar todas las otras. Y no solamente era menester para vencer la fuerza de los apetitos sensitivos tener amor de su Esposo, sino para estar inflamado de amor y con ansias" (1S, 1, 14-2)

Nos sigue poniendo el santo el ejemplo de Jesús para la vida al decirnos: " cierto está que él murió a lo sensitivo en su vida y naturalmente en su muerte. Porque, él dijo, en la vida no tuvo donde reclinar su cabeza, y en la muerte lo tuvo menos" (2S, 7,10)

Pero como decía al principio, para san Juan de la Cruz, Jesús es sobretodo el Esposo. La persona debe llegar a vivir aquello de Pablo: "Vivo ya no yo; es CRisto quien vive en mí! (Gal 2, 20).

La belleza de Cristo gustada en la contemplación enamorará a la persona más aun de su Esposo, que para procurarle la vida, se dignó ocultar sus grandezas bajo el humilde velo de la naturaleza humana La persona, hallará siempre en Jesús su admirado y amado guia, su luz y su consuelo, su fuerza, y aunque tan débil en sí, se hará fuerte, porque se apoyará en la fortaleza de Jesús. Y de este modo, "apoyada con amoroso abandono en su amado (C 8, 5), hará frente sin temor a las hostilidades y obstáculos del camino de la vida.

miércoles, 20 de junio de 2012

El amor puro


La fe y la esperanza nos acercan a Dios, pero sólo el amor nos une con Él. Para san Juan de la Cuz, el amor puro, es aquel en que el alma, amando a Dios, no busca la satisfacción propia, sino la de su amado. Los hombres somos muy inclinados al deleite, y expontaneamente buscamos satisfacción aun en nuestras más nobles acciones, menoscabando así la pureza de nuestro amor. Nos ocurre así muchas veces hasta en el amor de Dios.

Sí,muchas veces buscamos a Dios para encontrar la seguridad que no tenemos; para no tener que usar nuestra libertad y escudarnos en la voluntad de Dios y no tener que tomar decisiones, por el miedo que tenemos a nuestra propia libertad. También las psicologías infantiles e inmaduras pueden refugiarse en la espiritualidad buscando una sobreprotección en sus vidas, encerrandose en un mundo espiritual que los protege de la realidad, una realidad en la que no son capaces de vivir. Otros por el contrario se hacen fuertes frente a los demás, a través de una rígida moral, formas externas de pobreza, o devociones visibles, intentando así tener poder sobre los demás, sintiéndose superiores a ellos y ocultando así su falta de personalidad y poca autoestima.

Por eso, a veces, Dios dándonos su luz, nos deja sin nada en lo espiritual para animarnos a confiar sólo en Él; a buscarlo sólo a Él, a esperar sólo en Él, y que empiece así a nacer el amor puro.

San Juan de la cruz, cuando habla del amor, nos enseña a distinguir en el amor, el sentimiento y la operación. Y nos muestra el valor relativo del primero y la cualidad sustancial del segundo.

El sentimiento en el amor no es malo. ¡Ni mucho menos! Hay que amar con toda nuestra capacidad de amar, y esto, incluye el sentimiento. Pero amar a Dios significa practiamente acatar de modo tan absoluto la voluntad de Dios, que nuestra voluntad  se pierda en la suya. En el amor humano, el que nos tenemos unos a otros, el que se tiene dos personas que se quieren especialmente, pasa lo mismo. Los sentimientos son nubes pasajeras, que puedan cambiar,incluso por un simple enfado. Pero cuando uno ama de verdad con amor puro, el amor está por encima de las circunstancias adversas, e incluso del desamor del otro.

Por eso, san Juan de la Cruz, enseña que el sentimiento es una circunstancia del amor; y que, en asuntos de amor, se haga poco caso del sentimiento, ´"empeñándonos" en amar a Dios cueste lo que cueste. En el amor humano nos encontramos con lo mismo. Es la voluntad de amar  y no el sentimeinto lo que puede mantener un vínculo entre dos personas, sea de amistad o de amor preferencial.

Lo que hace la noche, la sequedad, cuando se nos van las ganas de orar y de hacer el bien es eso: conducirnos al amor de voluntad, o si queréis, como lo traduzco yo al "amor comprometido". El amor puro, del que habla el santo, es un amor sin egoísmos, en que se ama por amar "con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas". Si una persona quiere crecer en el amor de Dios y en el amor a los demás ha de pasar por la experiencia de este amor gratuito en que no se recibe otra cosa a cambio que el amor.

San Juan de la cruz nos enseña a amar, sin otro motivo que el amor mismo: "ya sólo amar es mi ejercicio". Y éste  ama a Dios, aunque no lo sienta,  ni le encuentre, aunque no esté inclinado al bien. Este amor ama a los hermanos, aunque sean egoístas, maleducados, airados, o insoportables. Y los ama "con todo el corazón". Por eso, san Juan de la Cruz es lapidario: "Aprende a amar, como Dios quiere ser amado,  y olvida tu condición"