lunes, 17 de septiembre de 2012

San Alberto de Jerusalen, legislador de la Orden


rule.preview.jpgNacido hacia la mitad del siglo XII en la ciudad de Castel Gualtieri en Emilia (Italia), ingresó en los Canónicos Regulares de la Santa Cruz de Mortara (Pavía), y fue su prior en 1180. Obispo de Bobbio en 1184, es trasladado al año siguiente a Vercelli, donde gobernó durante veinte años.

Fue elegido en 1205 Patriarca de Jerusalén y poco después nombrado legado papal para la provincia eclesiástica de Jerusalén. Llegó a Palestina a principios de 1206 y fijó su residencia en Accon (Acre), al estar Jerusalén ocupada por los sarracenos. En Palestina desarrolló una notable actividad de pacificación no sólo entre los cristianos, sino también entre éstos y los no cristianos, y realizó su misión con gran energía. Durante su patriarcado, reunió en comunidad a los ermitaños del Monte Carmelo y les dió una Regla. El 14 de septiembre de 1214, durante una procesión, Alberto fue asesinado a puñaladas por el Maestro del Hospital del Espíritu Santo, al cual había reprendido y depuesto de su cargo por su mala vida.

Por los años 1206-1209, a petición de los eremitas que moraban en el Monte Carmelo, entregó al "hermano  Brocardo y compañeros" una Norma de vida o Regla, que llamamos "Regla de San Alberto".

Alberto codificó en breves trazos, ricos en citas bíblicas, la tradición monástica del Carmelo. Son normas concretas y prescripciones disciplinares. insiste, sobre todo, en la meditación de la Palabra de Dios para mejor servir a Jesucristo, en la oración, silencio, mortificación y trabajo.

La norma de vida de San Alberto, dada a los Carmelitas entre los años de 1206 y 1214, y aprobada definitivamente como verdadera y propia Regla del Carmen por Inocencio IV en el año 1247, ha tenido algunas mitigaciones no incluídas en el texto. Santa Teresa en el siglo XVI, intenta volver a la pureza original de la Regla, suprimiendo las mitigaciones, pero acepta plenamente la vida comunitaria y fraterna, aun conservando el espíritu eremítico.
 
La Regla Carmelita afirma que es fundamental: "vivir en obsequio de Jesucristo y servirle fielmente con corazón puro y buena conciencia" (n.2). Para vivir siguiendo las huellas de Jesucristo los Carmelitas se dedican más especialmente a:
     • desarrollar la dimensión contemplativa del ser humano abriéndose al diálogo con Dios
     • tratarse como hermanos con caridad plena
     • meditar día y noche la Palabra del Señor
     • orar juntos o solos muchas veces al día
     • celebrar cada día la eucaristía, no como rito, sino con lo que está significa: actualizar la entrega de Cristo, en una comunidad de hermanos sentados a una misma mesa.
     • trabajar con las propias manos, como el apóstol Pablo para ganarse el sustento y ayudar a los necesitados.
     • purificarse de toda mancha de pecado
     • vivir pobremente, poniendo en común los pocos bienes
     • amar la Iglesia y a todas las gentes
     • conformar la propia voluntad con la de Dios buscada en la fe con diálogo y discernimiento

La Regla Carmelita es la más breve entre las Reglas conocidas, y compuesta casi exclusivamente de preceptos bíblicos. Aun hoy es rica de inspiración para la vida.

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