En los caminos del Espíritu, san Juan de la Cruz nos muestra al guía, el compañero y el Esposo, que tomará a la persona de la mano y protegerá sus pasos: Jesucristo. Para san Juan de la Cruz, Jesucristo no es sólo el maestro cuyas enseñanzas se han de escuchar; sino sobretodo, Jesucristo, es el Esposo.
Al comenzar el camino, el santo nos anima: "Para vencer todos los apetitos y negar los gustos en todas las cosas, con cuyo amor y aficción se suele inflamar la voluntad ... es menester otra inflamación de amor de otro amor mejor, que es el de su Esposo, para que, teniendo su gusto y fuerza en este, tuviese valor y constancia para fácilmente negar todas las otras. Y no solamente era menester para vencer la fuerza de los apetitos sensitivos tener amor de su Esposo, sino para estar inflamado de amor y con ansias" (1S, 1, 14-2)
Nos sigue poniendo el santo el ejemplo de Jesús para la vida al decirnos: " cierto está que él murió a lo sensitivo en su vida y naturalmente en su muerte. Porque, él dijo, en la vida no tuvo donde reclinar su cabeza, y en la muerte lo tuvo menos" (2S, 7,10)
Pero como decía al principio, para san Juan de la Cruz, Jesús es sobretodo el Esposo. La persona debe llegar a vivir aquello de Pablo: "Vivo ya no yo; es CRisto quien vive en mí! (Gal 2, 20).
La belleza de Cristo gustada en la contemplación enamorará a la persona más aun de su Esposo, que para procurarle la vida, se dignó ocultar sus grandezas bajo el humilde velo de la naturaleza humana La persona, hallará siempre en Jesús su admirado y amado guia, su luz y su consuelo, su fuerza, y aunque tan débil en sí, se hará fuerte, porque se apoyará en la fortaleza de Jesús. Y de este modo, "apoyada con amoroso abandono en su amado (C 8, 5), hará frente sin temor a las hostilidades y obstáculos del camino de la vida.
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