domingo, 13 de mayo de 2012

Hombres y mujeres de Oración ¿Para qué? II


Sabemos que el hombre es subjetividad y tiene un mundo interior, un fondo anímico en el que se desarrolla lo afectivo, lo vital, lo vivencial. El hombre no está referido sólo a lo externo, al entorno que nos rodea, sino también se encuentra confrontado a sí mismo. Y es ahí donde se encuadra la experiencia interior. El hombre puede vivir volcado en lo externo, en las relaciones con las personas y cosas, en el encuentro con lo objetivo y con la subjetividad del otro. Y al mismo tiempo puede despreocuparse de sí, desconocer su propia subjetividad, no tener un núcleo unificante que corrdine su mundo interior con el exterior

La contemplación, la oración, el silencio, la soledad, son los medios de que se han valido los hombres y mujeres que han buscado tener una experiencia interna de Dios. Del mismo Jesús de Nazaret se dice con frecuencia que oraba a solas.

Por eso, esta dimensión orante es vital para la experiencia de fe. En ella se da la reestructuración de la personalidad a niveles hondos de lo afectivo, lo vivencia y experiencial. En la contemplación, en la oración, en la meditación, es donde nos dejamos impregnar por quien fue Jesús dejando troquelar nuestra intimidad según los rasgos de una subjetividad como la de Jesús: un hombre profundamente unificado, que se conocía y por eso conocía a los otros, que sabía leer en la naturaleza, en la vida cotidiana, en los acontecimientos y en la intimidad del otro.

Esta vivencia interior, puede llevar también al hombre a la alienación, convertirse en una pastilla que mitigue su confrontación con la realidad, o que se quede en un simple buscarse a sí mismo. Mañana continuaremos con estos problemas....

No hay comentarios:

Publicar un comentario