Los místicos nos invitan a redescubrir esa mirada pura que nos hace descubrir eso que llamaríamos el ser. Las cosas tienen unas características, una función. Pero normalmente de las cosas sólo nos interesan cuando nos sirven para una necesidad concreta. Es una mirada y una acttud hacia las cosas puramente utilitarista. A veces, incluso, esta actitud se traslada hacia las personas, a las que tratamos como esos objetos. Las usamos mientras nos sirven, o lo que es peor, las convertimos en objetos de nuestro uso y disfrute.
Os voy a poner un ejemplo muy sencillo: si pasamos por un campo y vemos un naranjo, nos preguntamos enseguida si tendrá muchas naranjas, quién será el dueño. Nunca tenemos una mirada hacia el ser mismo, prescindiendo de sus funciones, de su utilidad...
La mirada contemplativa no se queda en la utilidad, sino que cuando ve en un naranjo unas naranjas, percibe que hay algo más imnportante que el valor de cambio, que el valor de mercado.
Se trata de descubrir el ser, y eso, es un descubrimiento gratuito. Y esto es una disposición para la misma contemplación. El mundo moderno a veces ha hecho superficial nuestra mirada. No conocemos las cosas, ¿cómo vamos a conocer a las personas?
San Juan de la Cruz nos invita a descubrir la mirada contemplativa sobre las cosas: "Mi amado: las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los rios sonorosos, el silbo de los aires amorosos"
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