¿Quiénes están en estas segundas moradas? Teresa nos responde: " Es de los que han ya comenzado a tener oración y entendido lo que les importa no se quedar en las primeras moradas, mas no tienen aún determinación para dejar muchas veces de estar en ella, porque no dejan las ocasiones, que es harto peligro. Mas harta misericordia es que algún rato procuren huir de las culebras y cosas emponzoñosas, y entender que es bien dejarlas. Estos, en parte, tienen harto más trabajo que los primeros, aunque no tanto peligro, porque ya parece los entienden, y hay gran esperanza de que entrarán más adentro" (2M 1, 2)
En las segundas moradas se experimenta una etapa de lucha más fuerte. Y esto es porque persisten los dinamismos de desorden, introducidos en el castillo por la vida vivida fuera. Por eso, en estas moradas más que en las primeras al principiante le es necesaria una opción radical. Al mismo tiempo, si se es fiel a la oración se va progresivamente cogiendo gusto por la escucha de la Palabra de Dios,meditando la vida de Jesús, para hacerla nuestra.. También se experimentan como contraste del pecado, la alegría, libertad y determinación que da la vida en comunión con Dios. Son pequeños atisbos, pero que animan y dan consuelo en la lucha.
El castillo interior de Teresa es un símbolo ideal y real a la vez: símbolo de la interioridad del hombre, de la lucha por realizarse; y al mismo tiempo de su llamada a la trascendencia. Teresa se limita a descubrir en la interioridad de cada hombre la raiz de ese drama desgarrador de la guerra, que está instalado en la interioridad de la humanidad, en la entraña misma de la historia de los hombres.
Según Teresa no hay perspectivas de vida cristiana adulta ( y, menos, de mística, experiencia de Dios) para cobardes, cómodos, perezosos y blandengues. Ni para quienes entran en el castillo con el señuelo del idilio intimista, de esa espiritualidad ñoña y amundana, sin compromiso más que para cumplir unos ritos, que más tiene que ver con la estética que con el encuentro con Dios.
"Oh Señor mío!, aquí es menester vuestra ayuda, que sin ella no se puede hacer nada . Por vuestra misericordia no consintáis que esta alma sea engañada para dejar lo comenzado. Dadle luz para que vea cómo está en esto todo su bien, y para que se aparte de malas compañías; que grandísima cosa es tratar con los que tratan de esto; allegarse no sólo a los que viere en estos aposentos que él está, sino a los que entendiere que han entrado a los de más cerca; porque le será gran ayuda, y tanto los puede conversar, que le metan consigo. Siempre esté con aviso de no sedejar vencer; porque si el demonio le ve con una gran determinación de que antes perderá la vida y el descanso y todo lo que le ofrece que tornar a la pieza primera, muy más presto le dejará. Sea varón y no de los que se echaban a beber de bruces, cuando iban a la batalla, no me acuerdo con quién, sino que se determine que va a pelear con todos los demonios y que no hay mejores armas que las de la cruz" (2M 1, 6)
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