
Una tal actitud contemplativa de la mente y del corazón lleva a admirar la experiencia de fe y de amor de la Virgen , que ya vive en sí cuanto todo fiel desea y espera realizar en el misterio de Cristo y de la Iglesia (cfr. Sacrosanctum Concilium 103; Lumen gentium 53). Justamente por esto, los carmelitas y las carmelitas han elegido a María como Patrona y Madre espiritual y la tienen siempre ante los ojos del corazón, la primera seguidora de su Hijo que guía a todos al perfecto conocimiento e imitación de Cristo.
Florecerá así una intimidad de relaciones espirituales que incrementan cada vez la comunión con Cristo y con María. Para los Miembros de la Familia carmelitana María, la Virgen Madre de Dios y de los hombres, no es sólo un modelo para imitar, sino también una dulce presencia de Madre y Hermana en la cual confiar. Con acierto santa Teresa de Jesús exhortaba: “Imitad a María y considerad qué tal debe ser la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla por Patrona” (Castillo interior, III, 1, 3).
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