Lo primero es determinada determinación de empezar la oración, o si se ha empezado no dejarla. Teresa nos dice: "Quien la ha comenzado no la deje. Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo, no carezca de tanto bien. No hay aquí qué temer, sino qué desear".
Al principio requiere separar algún tiempo y elegir un lugar adecuado. No olvidar nunca que la oración está al alcance de todos: "Mirad que convida el Señor a todos".
Nos puede ayudar la oración de recogimeinto: recoger y concentrar los sentidos en nuestro interior. Reconocer la presencia de Cristo en nosotros. Habla sencillamente con él, déjate mirar por Cristo y mírale tu también. Acostúmbrate a su compañía. Aprende a escucharle: se comunica sin necesidad de palabras.
No olvides nunca que la oración es una relación de amor: "tratar de amistad"
La oración nos acostumbra a vivir en el amor, verdad y libertad, es decir, a recuperar la unidad y la armonia interior, a caminar derechos en el segumiento de Jesús.
Santa Teresa nos garantiza que practicándola estamos en el buen camino, y que los resultados no se harán esperar.
"Son las almas que no tienen oración como un cuerpo con perlesía o tullido que, aunque tiene pies y manos, no los puede mandar: que hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas exteriores, que no hay remedio y parece que no pueden entrar dentro de sí ... y con ser de natural tan rica y poder tener su conversación nada menos que con Dios, no hay remedio. Y, si estas almas no procuran entender y remediar su gran miseria, quedarse han hechas estatuas de sal por no volver la cabeza hacia sí, así como le quedó la mujer de Lor por volverla. Porque a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración... (1M 1, 6-7)
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