
Teresa invita a hablar de Dios. Pero no en un lenguaje superficial de lo aprendido, sino del trato que con Él se tiene en la oración, y de todo aquello que la persona va recibiendo en el camino orante. Un contemplativo, ha de tener en su corazón el deseo de llevar a las otras personas el gran bien de la oración.
Santa Teresa era una gran comunicadora. Ella dice que un cosa es recibir una gracia, otra el entenderla y otra el poderla expresar. Por eso, ella, se propuso invitar con sus escritos a todas las personas a entrar en esa comunicación, más bien, comunión con el Dios de amor, que llenó su vida, y la plenificó.
El contemplativo, el orante, para Teresa no ha de ser nunca un ser huraño, encogido, poco amigo de tratar con los demás. Antes al contrario, para ella el contemplativo ha de andar "con una santa libertad", ni "encogidos" ni "apretado", y "ser afable y agradar y contentar a las personas que tratamos". Ella, a lo largo de sus escritos desenmascara esa espiritualidad " que encoge el ánimo y el ánima". Por eso, ella dice una y otra vez: " Así, hermanas, todo lo que pudiéseis sin ofensa de Dios, procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar, y no se atemoricen ni amedrenten de la virtud. A religiosas importa mucho esto: mientras más santas, mas conversables con sus hermanas, y aunque sintáis mucha pena sino van sus pláticas todas como vos las queríais hablar, nunca os extrañéis(canseis) de ellas, si queréis aprovechar y ser amada" (CV 41, 5-8)
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