Santa Teresa pone como condición para la contemplación las tres virtudes de las que hemos venido hablando: Amor de unas con otras, desasimiento, y verdadera humildad. Las tres virtudes, son una disposición para la experiencia contemplativa, y, en extremo, también la prueba de que nuestra oración es verdadera. Y esto, porque la contemplación no es otra cosa que la puesta en práctica de la fe, y ejercer vitalmente la fe, la esperanza y la caridad, sin otros añadidos de conciencia, certezas o sentimientos, o gustos, ya es una oración muy verdadera, como explica Teresa en reiterados avisos: "Así que hijas, si queréis que os diga el camino para llegar a la contemplación, sufrid que sea un poco larga en estas cosas (las virtudes) aunque no os parezca luego tan importante -aunque a mi parecer no lo dejan de ser,- y si no las queréis oir ni obrar, quedáos con vuestra oración mental(meditación) toda vuestra vida, que yo os aseguro a vosotras y a todas las personas que buscan este bien, que no lleguéis a verdadera contemplación" (si no es por el camino de las virtudes) (CV 16, 1) " Y así, no os espantéis hermanas, de lo mucho que he puesto en este libro para que procuréis esta libertad" (CV 19, 4)
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