El recogimiento activo es un movimiento hacia el interior, y es querido por nosotros, por eso es activo. En él, no desaparece la reflexión, pero sí queda marginada. Es ahora la imaginación la que cobra la importancia. A través de ella, el orante cambia de dirección: se vuelve hacia el interior. Ahora, si ha de pensar o decir algo lo hará al Cristo que se imagina dentro de sí. Con esta técnica se quiere orientar la oración hacia un nivel más profundo. Se pretende, además, centrar más la atención en un punto, aminorando la divagación que puede venir como consecuencia de un pensar excesivo. Ya no habrá una reflexión de escenas evangélicas como realidades externas a nosotros; ahora toda imagen estará dentro de nuestro ámbito; ya no somos meros observadores, sino participantes en la escena que se ora.
La invitación aquí, para favorecer esta interioridad, es la de ir abandonando la reflexión, que siempre exterioriza. La oración, pues se simplifica; ha dejado de ser un discurso para convertirse en una visión: ya no hablo, sino miro; y miro que me miran. Es un lenguaje más de enamorados y más afectivo aun que el anterior.
Santa Teresa lo describe así: "No sabía cómo proceder en la oración, ni como recogerme, y así ... determinéne a seguir aquel camino con todas mis fuerzas... Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente, y esta era mi manera de oración; si pensaba en algún paso, lo representaba en lo interior" (V. 4, 6-8)
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